La piedra mágica que se tragaba a los animales
LA FRASE Los yachak o sabios de la comunidad suben a practicar sus rituales , lo hacen en las noches.
Desde el ingreso a la pequeña comunidad construida con caña guadúa, se la observa imponente; imposible no percibirla, aparece como invitando a conocerla de cerca. “¡Es la yachak rumi!”, comenta Cleidy Grefa, una de las guías comunitarias de Shiripuno.
La ‘Yachak rumi’ es una roca gigante considerada sagrada dentro de la comunidad y para todo el pueblo kichwa de Tena, provincia de Napo.
La comunidad habitada por unas 150 familias, pertenece al cantón Tena de la Amazonía ecuatoriana. Acceder al sitio es fácil, se lo hace por vía terrestre hasta la parroquia Misahuallí, y desde ahí se puede seguir en carro por diez minutos, o por vía fluvial en que se tarda 15 minutos. La experiencia con las costumbres y leyendas se la vive dentro del centro comunitario donde atienden alrededor de 20 mujeres.
Cleidy, ataviada con su vestimenta típica de la mujer kichwa (falda tejida con la corteza de la llanchama, un árbol que se encuentra en la Amazonía, la blusa que es una especie de brasier elaborado con mates y semillas recolectadas en el campo) se acerca con mucho respeto a la roca, antes de subir la toca y cierra los ojos como pidiendo permiso para explorarla. Explica en tono sereno, que en la antigüedad, mucho antes de la llegada de los colonizadores españoles, la piedra era como un imán y se tragaba a los animales que se le acercaban. “Las huellas de los animales están señaladas en la piedra. Dicen los antiguos que los animales intentaron salir y como no lo lograron quedaron marcados. Solo los grandes yachak pueden entrar y salir”, dice la joven nativa.
Salomé Chimbo de 53 años de edad, es otra de las comuneras que contribuye a la leyenda. Asegura que la piedra es mágica pero en especial cargada de buena energía. “Hay una puerta pero no todos la pueden ver, solo los sabios”, indica.
En la comunidad tienen muchas historias basadas en la ‘yachak rumi’. Cuenta Salomé que hace más de 500 años, cuando aún los habitantes eran los quijos, por el sector pasaba el río Napo que luego se convirtió en una especie de laguna y todos quienes intentaban pasar desaparecían.
“Los animales y las personas no podían atravesar la pequeña laguna hasta que se transformó en la piedra. Nuestros antepasados adoraban mucho las montañas y las rocas altas porque les renovaba las energías. Al principio la gente temía acercarse a la roca, solo lo hacían los sabios quienes decían que al acercarse escuchaban gritos de personas y de animales”, dijo la guía comunitaria.
Cleidy agregó que quienes se acercaban iban a sus casas enfermos con mal aire.
Desde arriba de la roca se observa a toda la comunidad y al río Napo que pasa muy cercano a Shiripuno.