Este catorce de julio
Hace cien años los Estados Unidos entraron en la Gran Guerra en apoyo de Francia y de Europa. Hace noventa, escritores estadounidenses como Ernst Hemingway, Henry Miller, Francis Scott Fiztgerald encontraron en París y en Francia, junto a cientos de intelectuales de varias partes del mundo, la inspiración y la energía para contar nuevos mundos. “París era una fiesta”, si por fiesta se entiende la puesta en escena de lo lúdico, la condición fundamental de la especie.
En el comienzo de los años 60 del siglo pasado, un intelectual ecuatoriano, Filoteo Samaniego, con el sello de la Alianza Francesa de Quito, publica con la colaboración de Jacques Thieriot, la traducción de “Chronique”, de Saint-John Perse, reciente Premio Nobel de Literatura. No es novedad la presencia francesa: en los años veinte Alfredo Gangotena y Gonzalo Zaldumbide publican poesía en francés. “Chronique” es el canto de reivindicación de la vida, pero también la clave de una cultura que desde Descartes y Montaigne, pasando por los ilustrados de la Revolución hasta, por el momento, Derrida y Foucault, no ha cesado de renacer una y otra vez.
“Vejez: mira nuestras conquistas: vanas son y nuestras manos libres. La carrera está hecha y no está hecha; la cosa dicha y no dicha. Y regresamos cargados de noche, sabiendo de nacimiento y muerte más de lo que enseña el sueño de hombre. Después del orgullo, he aquí el honor y esta claridad
“¿Quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette?