Trump vs. el planeta
Después de un “suspense” de varios días en que el presidente Trump dijo estar “escuchando a un montón de gente, de ambas posiciones” para decidir si su país continuaba formando parte del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, crucial decisión por ser Estados Unidos, después de China, el mayor emisor de gases de efecto invernadero (CO2), la espera terminó con su decisión de retirar a su país del acuerdo suscrito por 195 países en diciembre de 2015, para evitar que a fines de siglo la temperatura mundial supere en dos grados el nivel preindustrial (que ya ha aumentado a 1;1º). La principal presión para abandonar el acuerdo fue ejercida por 22 senadores del Partido Republicano que consideran el acuerdo una amenaza a la economía del país, y que pone en blanco y negro la mentalidad de esos empresarios, quinta esencia del neoliberalismo, para la cual, desde luego, los intereses norteamericanos son los de sus propias empresas.
La decisión presidencial, siendo Trump un exitoso hombre de negocios a la norteamericana, no era difícil de anticipar. Ya en su campaña electoral había expresado que de lle- gar a la Casa Blanca abandonaría el acuerdo. La decisión la formuló “a lo Trump”, con su habitual soberbia y prepotencia, pues aunque la salida efectiva del acuerdo, según su art. 28, podría tener lugar en 2020, Trump precisó que los compromisos no vinculantes del convenio cesarán con efecto inmediato.
La salida de EE.UU. ha constituido un duro golpe para este pacto internacional de vital importancia el planeta, y es “un gran error, mayor que no sumarse al Protocolo de Kioto”, dijo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en referencia al protocolo de 1997, que EE.UU. firmó pero nunca ratificó. Aunque aseguró en rueda de prensa junto al primer ministro chino, Li Keqiang, que están dispuestos a aumentar su cooperación en la lucha contra el cambio climático, un reto que “continuará con o sin EE.UU.”.
No pudo hablarse más claro. A la potencia hegemónica norteamericana, soberbiamente encarnada ahora por Trump, no hay nada que le preocupe, más allá de sus propios intereses. Hace mucho tiempo dejó de ser el país que soñó Abraham Lincoln.