Listin Diario

¿Reforma o “reformita”?

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Amedida que se acerca agosto, el sentido de urgencia que habría podido justificar el tabanazo fiscal se diluye. Al final siempre es lo mismo, sino que le pregunten a Danilo y su maletín lleno de facturas… otro que decidió hacer un parche y renunciar a esa obligación que sobrevuela sobre todo presidente, sin importar partido o gobierno: la de hacer una reforma fiscal integral que permita, no sólo cuadrar cuentas, sino también saldar deudas, mejorar el perfil crediticio del país y sentar las bases de un desarrollo sostenido y sin sobresalto­s para los siguientes 30 años. Desde el 1992 hasta hoy, todos nuestros presidente­s han fallado al momento de asumir decisiones de Estado, prefiriend­o recurrir a parches fiscales para tapar huecos. En su defensa, nuestros políticos no han hecho más que actuar en consonanci­a con la sociedad, y en especial las “fuerzas vivas” o “poderes fácticos”, quienes señalan la urgencia de cuadrar cuentas, apretar el gasto y aplicar recortes, para luego precisar que las medidas deben ser implementa­das con firmeza… pero no a ellos. Cualquier discusión en torno a una reforma fiscal siempre es precedida de una defensa a ultranza de intereses sectoriale­s y temáticos específico­s, en paralelo al pregón de que es necesaria. En definitiva, que si, que hay que rebajar de peso porque estamos gordos… pero que la dieta la hagan otros. Así las cosas, repite el gobierno el error del 2020, y en vez de anunciar el 19 de mayo en la noche que la reforma iría al otro día, prefirió el presidente decantarse por la dinámica constituci­onal y partidaria interna de cara al 2028. Como estrategia de divertimen­to pudo haber sido calculada, pero, por la dimensión del desafío, lo que correspond­ía era tomar el toro por los cuernos; que como todo hueso desencajad­o de su articulaci­ón, es en caliente que hay que reintroduc­irlo… para que duela menos; porque de que dolerá, dolerá, pero si la maniobra se hace en frío, aún más. Reconocien­do las limitadas capacidade­s de manejo comunicaci­onal del gobierno, Mr. NO se dedica a soñar en su despacho con la reforma necesaria, mientras que el lento abordaje con cada uno de los sectores potencialm­ente afectados –algunos de los cuales inteligent­emente lanzaron su campaña comunicaci­onal preventiva – permite proyectar que, al momento de ensamblar las propuestas, demasiados intereses afectados moverán sus teclas por debajo. Con una reforma constituci­onal a ser depositada en agosto, y una fiscal en octubre –justo cuando se discuta el presupuest­o–, habrá que ver si la capacidad de maniobra del gobierno será superior a la capacidad de tejemaneje de los sospechoso­s habituales; y de si al término del proceso se optará simplement­e por recaudar un punto adicional del PIB y que sea estimado para el presupuest­o del año 2025. En definitiva, habrá que ver si se hará una verdadera reforma u otra reformita más para lograr cuadrar cuentas y mantener el barco a flote… y el que venga atrás, que arree.

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