Pendientes del zarpazo
Como todos los años por esta época, Emma anda muy ocupada, limpiando y recogiendo el patio. Estamos en la temporada ciclónica por lo que toda previsión es poca para impedir desastres. Aunque sigo atenta al recorrido del ciclón de turno, su tendencia a descender hacia las costas de Sudamérica, no es garantía para mi factótum. Ella alega que los ciclones tienen voluntad propia y cuando menos se piensa, dan una voltereta y enfilan hacia nuestra pobre tierra. No vale que le enseñe los partes meteorológicos, elaborados por los expertos norteamericanos, no se fía de esos blancos, sentados muy cómodamente frente a sus computadoras. Prefiere ser precavida y estar lista para afrontar el zarpazo del monstruo. Ya elaboró la lista de todo lo que tengo que adquirir en el supermercado y en la ferretería, incluyendo gas, para las olvidadas lamparitas que permanecían guardadas en el fondo de la alacena, porque Emma nunca permitió que saliéramos de esos cacharros. Ya están limpias y relucientes, listas para ser utilizadas en caso de emergencia. Para calmar el nerviosismo de mi factótum, le recordé que este ciclón tiene nombre bíblico, por lo que Isaac, lo más probable es que no haga daño y se disperse en el mar. Suspiró y sacudió la cabeza, luego se alejó murmurando una oración, porque de eso sí se fía, ¡de la protección Divina!