China y nosotros (I)
China está galopando rápida e imparablemente hacia una posición cimera entre las potencias económicas del mundo. Todos estamos atentos a su desenvolvimiento económico y a la fuerza con que irrumpe en los mercados, generando unas demandas jamás vistas por petróleo, cobre, hierro, acero, aluminio, cemento y otras materias primas indispensables para no detener su veloz ritmo de crecimiento. Para tener una idea de cuán espectacular ha sido el impulso con que China penetra en los mercados, basta observar que sólo en este año exportará casi la mitad del valor de lo que exportó en la década de los noventa, es decir, casi 15 mil millones de dólares.
Y de ese monto, mil 100 millones aproximadamente corresponden a ventas en la región del Caribe. Su economía ha crecido un 9.1 por ciento en el tercer trimestre de este año, mientras que la de Estados Unidos lo hizo a un nivel de 3.7 por ciento en igual período. A causa de este dinámico proceso de expansión económica, se le llama a China el “taller mundial”, donde se producen los más asombrosos fenómenos del mercado moderno. Por ejemplo, florecen en ese país los negocios de comida rápida más famosos de los Estados Unidos, a pesar de que China cuenta con una saludable, diversificada y excelente oferta de platos autóctonos. La Coca-Cola y la Pepsi venden más productos mes tras mes, las fábricas de ropa, de chics de computadoras, de automóviles y de otros artículos de gran demanda, han tenido allí su gran “boom” de ventas.
Los vecinos asiáticos envían componentes a las factorías chinas para ensamblarlos y revenderlos en otros países, aprovechando gran disponibilidad de mano de obra capacitada.
China necesita alimentar, vestir y proveer condiciones de vida digna a mil 300 millones de personas, y todavía está lejos de lograrlo.
Su gobierno, que ha adoptado una línea económica según principios del mercado, lo que sitúa a China en el camino del capitalismo o “socialismo de mercado”, como prefieren decir, está urgido de crear entre 9 y 10 millones nuevos de empleos cada año para ir reduciendo los genuinos niveles de pobreza y atraso que acusan hoy varias regiones de ese continente.
China es una realidad de mercado que ya nadie puede ignorar. Casi 4 mil parques y zonas industriales están hoy en construcción, y China está atrayendo en estos momentos el grueso de las inversiones extranjeras directas que antes se dirigían a otras zonas del mundo. República Dominicana, que no mantiene relaciones diplomáticas con China, ha sostenido un creciente intercambio comercial que ya supera este año los 180 millones de dólares, cifra que promete elevarse en la medida en que este intercambio se intensifique. Esto obliga a mirar con otros ojos y con otras premisas el futuro de nuestra relación con ella.