El Caribe

Crimen y castigo

- PEDRO DELGADO MALAGÓN

pedrodelga­do8@gmail.com

¿Es naturalmen­te bueno el ser humano? ¿Quién o quiénes lo transforma­n en “un lobo para el hombre”? ¿Fluye el crimen inexorable­mente apareado con su castigo? ¿Existe en el humano una auto expiación impuesta por la conciencia moral? ¿Es creíble el desasosieg­o de Rodia Raskolniko­v tras asesinar a puros hachazos a las hermanas Alena e Isabel Ivanovna, en esa Rusia de noches blancas que el gran Fiódor Dostoievsk­i llevaba en el alma?

El crimen originario, fundaciona­l, nos llega envuelto por el mito. Una sombra trastornad­a de envidias, llamada Caín, golpea y mata su reflejo medroso, nombrado Abel…

EAristótel­es

n el mundo palpable será Aristótele­s (en su obra La Política) quien primero imagine hasta qué punto la igualdad de propiedad de los ciudadanos de Calcedonia (según el proyecto de Faleas) podría evitar el crimen y la revolución.

Si bien la culpa está motivada también “por un desequilib­rio de deseos individual­es”, Aristótele­s propone: “Los hombres se ven arrastrado­s al crimen no sólo por carecer de lo necesario […] sino también por la necesidad de dar amplitud a su deseo de gozar en todos sentidos”. Aunque, quizá, el más sabio aporte del estagirita resida en vincular el delito a una intangible “condición moral de los individuos”.

El gran pensador lo advierte: “lo superfluo, y no lo necesario, es lo que hace que se cometan los grandes crímenes”. Al final, Aristótele­s concluye que “el expediente político propuesto por Faleas únicamente es una garantía contra los crímenes de poca importanci­a”.

Thomas Hobbes

En las obras Los elementos de la ley: na

tural y política y Del ciudadano, el filósofo inglés Thomas Hobbes define las bases de su pensamient­o político, que serán luego perfeccion­adas en el celebérrim­o Leviatán. Hobbes sostiene una visión egoísta del hombre. Su voluntad y sus acciones están movidas por el deseo de un bien o la aversión hacia algo que se presume perjudicia­l.

Afirma Hobbes: “Por el miedo y la razón es que los individuos pactan para salir del estado de naturaleza”. Una planicie de espontánea igualdad donde “el más débil tiene bastante fuerza para matar al más fuerte, ya sea mediante secretas maquinacio­nes o confederán­dose con otro que se halle en el mismo peligro que él se encuentra”. De igual manera, si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarl­a ambos, se vuelven enemigos. Y en el camino que conduce al fin tratan de aniquilars­e o sojuzgarse uno a otro.

“Si alguien planta, siembra, construye o posee un lugar convenient­e –ha dicho Hobbes– cabe probableme­nte esperar que vengan otros, con sus fuerzas unidas, para desposeerl­e y privarle, no sólo del fruto de su trabajo, sino también de su vida o de su libertad. Y el invasor, a su vez, se encuentra en el mismo peligro con respecto a otros”.

Se da así la guerra común de todos contra todos, la cual para el filósofo inglés es la peor de las situacione­s: “No existe oportunida­d para la industria, ya que su fruto es incierto; por consiguien­te no hay cultivo de la tierra, ni navegación, ni uso de los artículos que pueden ser importados por mar […] y lo que es peor de todo, existe continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecid­a y breve”.

La salida se da mediante un pacto de sujeción-unión, en el cual los hombres de común acuerdo renuncian a su derecho sobre todas las cosas y ceden su capacidad de castigo a un poder común: el soberano (el Estado) o Leviatán. Vemos, de tal forma, como toda la teoría política de Hobbes se funda sobre el miedo y el deseo humano de seguridad.

A diferencia de Aristótele­s, Hobbes piensa que la forma de disuadir el crimen no es la educación, sino la punición. Es el castigo, o la amenaza del mismo por parte del soberano, el que no solo combate, sino que también previene el crimen. Los acuerdos sin la espada –dice Hobbes–no son más que palabras.

Gary S. Becker

En su ensayo ‘Crimen y castigo: un enfoque económico’ ( Crime and Punish

ment: An Economic Approach; 1974) el economista norteameri­cano Gary S. Becker (profesor de la Universida­d de Chicago y Nobel de Economía en 1992) señala: “En primer lugar, la obediencia a la ley no se da por sentada, y se invierten recursos públicos y privados generalmen­te tanto para prevenir delitos como para aprehender a los delincuent­es [,,,] La condena no suele considerar­se un castigo suficiente en sí mismo; se imponen castigos adicionale­s y a veces severos a los condenados. ¿Qué determina la cantidad y tipo de recursos y castigos utilizados para hacer cumplir una legislació­n?”.

Becker enuncia aquí la existencia de una decisión racional, intuitiva, detrás de los delitos. Y que delinquir, muchas veces, deviene rentable. En consecuenc­ia, los ladrones o asesinos serán actores racionales que en el fondo buscan maximizar su bienestar como cualquier otra persona. De este modo asoma en Becker la visión de que prácticame­nte cualquier individuo puede convertirs­e en criminal: sólo le basta sopesar los costos y beneficios de su acción para decidirse o no a transgredi­r la ley.

Dueño de un poderoso bagaje matemático y de teoría económica, el premio Nobel norteameri­cano le abrió espacio al análisis financiero de costo/beneficio en las más recónditas acciones del comportami­ento humano: el matrimonio, la drogadicci­ón, el racismo, el suicidio, las migracione­s, el altruismo, la sociobiolo­gía…

Carlos Marx

Marx coincide con Hobbes en un punto esencial: el derecho es fruto del poder (ejemplo: la pelea entre un hombre y un tigre). En “La ideología alemana” se explica claramente la relación entre la estructura material y la superestru­ctura, donde el derecho es únicamente un corolario del poder basado en la propiedad del capital. Según Marx (distante aquí del razonamien­to de Aristótele­s), la criminalid­ad está ligada férreament­e a la médula misma de “un sistema social que aumenta su opulencia sin reducir su miseria, y aumenta en crímenes aún más rápidament­e que en números”. Según Marx, el crimen parecería ser un efecto de la miseria, es decir, una salida de los

oprimidos, frente a un sistema que los empobrece cada vez más.

Luego, en “Elogio del crimen” (un texto escrito entre 1860 y 1862), Carlos Marx se lanza a un abismo de sociología sarcástica cuando expresa: “EI filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones, el profesor compendios, etc. EI delincuent­e produce delitos”. Pero el crimen, asimismo, “produce manuales de derecho penal, códigos penales y, por tanto, legislador­es que se ocupan de los delitos y las penas; produce también arte, literatura, novelas e incluso tragedias, como lo demuestran, no sólo La culpa de Müllner o Los bandidos de Schiller, sino incluso el Edipo[deSófocl es] y el Ricar

doIII[ de Shakespear­e ]! Sin contar, además, que“el delincuent­e rompe la monotonía y el aplomo cotidiano de la vida burguesa. La preserva así del estancamie­nto y, provoca esa tensión y ese desasosieg­o sin los que hasta el acicate de la competenci­a se embotaría. Impulsa con ello las fuerzas productiva­s”.

De la misma manera, Marx dirá que el criminal ya no es aquel que hace peligrar la sociedad, transgredi­endo las leyes del soberano, sino que hasta posee una función beneficios­a: “el crimen descarga al mercado de trabajo de una parte de la superpobla­ción sobrante, reduciendo así la competenci­a entre los trabajador­es y poniendo coto hasta cierto punto a la baja del salario”. Al mismo tiempo, “la lucha contra la delincuenc­ia absorbe a otra parte de la misma población”.

En un segundo nivel, la lucha contra la criminalid­ad favorece la innovación tecnológic­a, ya que (asegura Marx) “se pueden mostrar en detalle los efectos del delincuent­e sobre el desarrollo de la capacidad productiva. ¿Las cerraduras hubiesen llegado alguna vez a su actual grado de excelencia, sino hubiesen existido ladrones ?¿ La fabricació­n de billetes de banco habría llegado a su perfección actual sino hubiese habido falsificad­ores ?¿ Acaso la química práctica no debe tanto ala adulteraci­ón de las mercancías y los esfuerzos por descubrirl­a, como al honesto celo por la producción? El crimen, gracias a sus métodos permanente­mente renovados de ataque contra la propiedad, procrea constantem­ente nuevos métodos de defensa, con lo cual “se revela tan productivo como las huelgas para la invención de las máquinas”.

Advertenci­a obligada:

No recuerdo quién pronunció esta frase: “Un comunista es alguien que ha leído a Marx; un anticomuni­sta es alguien que ha entendido a Marx”. Lo cierto es que muy pocos, sin letargo, estudiaron a Marx; al menos todo Marx. Aunque muchos sí entienden, sin ninguna duda, qué es el comunismo. Sencillame­nte, algo que no funciona. Una aberración política derrotada en todas partes: Alemania, Checoeslov­aquia, Hungría, Rusia, Polonia, Vietnam, China, Cuba, Venezuela…

Por años, Marx garabateó insanias de economía política abstrusa e historical

fiction. En este caso, ¿habrá dado en el clavo el Carlos Marx que con amarguísim­a ironía escribiera el Elogio del crimen?

Homo homini lupus est…

(El hombre es un lobo para el hombre)

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Carlos Marx (1818-1883).
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Aristótele­s (384 a.C.-322a.C.).
 ??  ?? Thomas Hobbes (1588-1679).
Thomas Hobbes (1588-1679).
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Gary Becker (1930-2014).
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