El Caribe

Dos gatos de Angola

- NÉSTOR ARROYO nestor_arroyo@hotmail.com

De niñas les leía a mis hijas libros y poemas. Entre los libros recuerdo haberles leído El Principito, algunos capítulos de El Quijote, de las Mil y una Noches y de La vuelta al mundo en ochenta días. Entre los poemas no faltaban los de Martí y, entre otros, algunos de Rubén Darío.

Del gran poeta nicaragüen­se recuerdo que les encantaba el titulado: “Un pleito”, una fábula, tomada de un poeta francés de manera libre por Darío, escrita, al parecer, en 1884.

El poema narra la historia de dos gatos de Angola (país africano) que roban un queso de bola y que, al no ponerse de acuerdo en la manera de repartir de forma equitativa el manjar hurtado, recurren “a un mono muy competente/ mono de mucha conciencia/ y que gran fama tenía,/ porque el animal sabía/ toda la Jurisprude­ncia”, al cual entregan el queso para que lo divida “en mitades de igual peso/ e idénticas proporcion­es”.

Y aquí frente al “tercero imparcial”, en procura de una “justa división de lo robado”, empieza el calvario de los gatos de Angola, frente al juez que estiman competente y al que han depositado su confianza. Allí, dice Darío, frente a: “Aquel mono inteligent­e/ (que) observa el queso de bola,/ mientras menea la cola/ muy filosófica­mente”. Es decir, debe dar apariencia de conocimien­to, si han recurrido a su sapiencia es por creer en su sano juicio y ponderació­n. Y, como sucede con muchos “expertos”, un dejo de arrogancia parece venir bien: “—Recurrís a mi experienci­a/ y el favor debo pagaros,/ amigos, con demostraro­s/ que soy mono de conciencia”.

Y, de manera genial, empieza a “operar la justicia”. Cómo dudar de aquel mono que utilizará balanza y peso en la división: “Voy a dividir el queso,/ y, por hacerlo mejor,/ rectificar­é el error,/ si hubiere, con este peso.—/ Por no suscitar agravios,/ saca el mono una balanza/ mientras con dulce esperanza/ se lame un gato los labios”.

También, el mono saca un cuchillo y parte el queso en dos partes, las coloca en la balanza pero, al no cortarlos en la misma proporción la balanza oscila hacia un lado, por lo cual procede a darle una mordida al que quedó más grande. Luego, vuelve a colocar los pedazos en la balanza, pero como la mordida fue más grande que la diferencia, la balanza vuelve a inclinarse a un lado, y el mono a morder la otra parte.

Los gatos, al ver la acción se quejan y “El juez habla de este modo/ a los pobres litigantes:/ —Hijos, la Justicia es antes/ que nosotros y que todo.” Y prosiguió cortando, pesando y comiendo el queso frente a los gatos de Angola. Al final, y como es de proceder: “Y cuando del queso aquél/ quedan tan pocos pedazos/ que apenas mueven los brazos/ de la balanza en el fiel,/ el mono se guarda el queso/ y a los gatos les responde:/ —Esto, a mí me correspond­e/ por los gastos del proceso.”

El autor es abogado.

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