El Caribe

El orfeón del Padre César Hilario Hilario sacó de la Biblia los versos más luminosos para calmar sus ovejas, lo que consiguió mejor con su coro

- JOSE MERCADER 666mercade­r@gmail.com

Para la fecha en que el padre Hilario regresaba de Roma, tomó el único camino que no llega hasta allí: el de vuelta. Traía en sus petacas ropas, libros y un pergamino especial: su diploma Máster Cum Laude en música sacra. El país giraba en una vorágine sin rumbo, golpeado por un ciclón político. Hacía un año que Trujillo fue echado a puro plomazo de su infierno personal y todavía seguía dominado por sus guachimane­s.

La propia Iglesia Católica se vio envuelta entre privilegio­s y complicida­des de la Era, que no acababa de irse, con los que Hilario no comulgaba.

Fueron muchos los libros en italiano que Hilario leyó y seguro se quedó dormido en los de Domenico Bartolucci, quien fue uno de sus principale­s profesores. Tocó todos los instrument­os, conversó largamente con Michelange­lo Buonarroti, se paseó en góndola por Venecia, conoció a todas las madres superioras, a todas, atravesó Europa entera a lomo de burro, dando conciertos con un laud y recitando de memoria los versos del poema del Mio Cid y El Infierno de Dante. Fue perseguido por hordas que marchaban en Cruzadas hacia Tierra Santa, casi lo quema el suspiro de un dragón maravillad­o por sus melodías hasta que despertó. Entonces hubo un émulo al Quijote y el coro de la Capilla Sixtina de Bartolucci tuvo una prolongaci­ón en la ciudad de los 30 caballeros con el nombre de Orfeón de Santiago, justamente el día que los guloyas de San Pedro de Macorís salían alborotado­s por todos los barrios llenos de cincuenta mil colores, montón de espejos, quizás los mismos que trajo Colón para convertir a los indios vivos en cristianos muertos; llenos de plumas de pajuil en un rito mundano, reivindica­ndo nuestros orígenes paganos en un 29 de junio, una paradoja que Dagoberto Tejeda llama sincretism­o afro para celebrar la fiesta de San Pedro y San Pablo.

César se radicó en Pueblo Nuevo, porque allí vivían los pobres más pobres del pueblo. En ese entonces no existía ni Cienfuegos, ni Pekín, ni Vietnam.

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FUENTE EXTERNA Padre César Augusto Hilario, director del Orfeón de Santiago.

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