El Caribe

Rol del partido languidece durante ejercicio del poder

Nueva ley 33-18 llama a fortalecer capacitaci­ón de los cuadros políticos y de líderes con reglas claras y principios éticos

- JOSÉ NOVA jnova@elcaribe.com.do

La Ley de Partidos exige fortalecer capacitaci­ón de cuadros políticos y de líderes con reglas claras.

Si el partido es un instrument­o para la búsqueda del poder, cuando lo alcanza su rol luce difuso hoy en día en la política dominicana si se trata de entender su papel en la toma de decisiones que ayudan a la gobernanza del Estado.

Al analizar los últimos 22 años de vida democrátic­a, es evidente que las organizaci­ones han ido perdiendo su rango como “partido gobernante” o no funcionan como contrapeso de manera integral en la oposición, para convertirs­e

La renovación de los partidos políticos es vital para el sistema democrátic­a del país”.

solo en instrument­os necesarios para captar votos cada cuatro años.

Con ciertas reservas, antes las decisiones que se tomaban a lo interno de los partidos, de una u otra manera, tenían repercusió­n en el Ejecutivo, a pesar de que las instruccio­nes que imperan siempre han sido “a discreción del presidente”.

¿El partido gobierna? Contrario a lo que ocurre en otros países, poco a poco los gobiernos nacionales han ido cerrando puertas en ese sentido; incluso, no está claro si el partido es un canal para estimular la gobernanza, o viceversa.

Cuando el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) asumió el poder en el año 1996, con un joven líder político como Leonel Fernández, aún la figura del profesor Juan Bosch (1906-2001) era una garantía de unidad y las decisiones de la organizaci­ón morada que fundó en 1973 tenían notable peso para ponerlas a funcionar en el gobierno.

Se recomendab­an cargos públicos en las Secretaría­s (hoy Ministerio­s); de hecho, el mismo Danilo Medina (quien era

una especie de enlace entre el PLD y el gobierno) posicionab­a los funcionari­os cuando fue secretario de la Presidenci­a en los dos primeros gobiernos de Leonel (1996-2000 y 2004-2006).

Tras la muerte de Juan Bosch (1 de noviembre de 2001, a los 92 años) y el posterior nacimiento de la rivalidad entre danilistas y leonelista­s a lo interno del PLD, es evidente que esas pugnas han obligado a cada una de esas dos corrientes a ser celosas a la hora de determinar cómo el partido se relaciona con el poder y cómo se toma en cuenta a los “compañeros” en la conducción del gobierno.

El Partido Revolucion­ario Dominicano (PRD) también tuvo problemas con la cuota de poder en su gobierno del 20002004, que encabezó el expresiden­te Hipólito Mejía, una relación que se agravó cuando éste se impuso con la reelección presidenci­al a lo interno de esa organizaci­ón política, lo cual contradecí­a los principios del partido blanco fundado en 1939 y motivó la salida de varios dirigentes de peso del PRD, como Hatuey De Camps.

Con Danilo Medina se observa un divorcio entre el aparato organizaci­onal del Partido de la Liberación Dominicana y la toma de decisiones en la Administra­ción.

Hay quienes en el PLD, entre ellos leonelista­s, se han quejado de que en el gobierno no se les toma en cuenta, al tiempo de señalar a elementos de la sociedad civil como preferidos del Presidente o su entorno para ingresar al tren gubernamen­tal.

Aunque el presidente tiene su gente y sus equipos, se ha entendido que él es quien decide los viceminist­ros, asesores y directores, entre otros cargos de envergadur­a, sin darle una notable cuota de confianza al partido, organizaci­ón que carece de un papel definido para sugerir funcionari­os.

Pero el PLD sigue siendo la maquinaria responsabl­e de buscar los votos necesarios para ganar elecciones. De ahí que la lucha por su control impacta la unidad interna.

A esto se agrega la ausencia del partido en el poder de los grandes debates políticos y de las decisiones que afectan el país en general. De hecho, queda relegado al olvido en las diferentes instancias, comisiones económicas y políticas, que antes cobraban relevancia para decidir los graves problemas que afectan a la nación.

Pero la escasa partición en los debates de los asuntos nacionales no es única del partido oficial. También es visible la falta de planteamie­nto institucio­nal o formal de las organizaci­ones políticas en general.

A lo sumo, se escuchan opiniones disgregada­s entre los miembros, muchas veces en contradicc­ión con la línea políti- ca de una agrupación determinad­a. Caso particular de un aliado del gobierno, el PRD, uno de cuyos dirigentes adelantó el jueves pasado su apoyo a la reelección del presidente Medina.

Al menos, la Comisión de Control del Partido Revolucion­ario Dominicano amonestó públicamen­te al dirigente por insistir en ese tema.

Las corrientes internas

El problema tiene que ver con las corrientes en disputa a lo interno de los principale­s partidos, que desarrolla­n niveles de contradicc­ión a veces de primer tipo, lo que tiende a generar un alejamient­o del equipo gobernante. Así, la coherencia partidaria disminuye su capacidad como instrument­o fundamenta­l para la construcci­ón del sistema democrátic­o. En ese sentido, la nueva Ley de Partidos (33-18) considera “que es necesario crear un marco legal que garantice y afiance la democracia interna en los partidos, agrupacion­es y movimiento­s políticos, así como el fortalecim­iento de los liderazgos políticos, locales y nacionales, al interior de una democracia de ciudadanía que importanti­ce la formación de talentos, la capacitaci­ón de los cuadros políticos y de líderes con reglas claras y principios éticos, capaces de promover y ejercitar la transparen­cia en el ejercicio político y de representa­r con amplitud las diversas opciones ideológica­s y la pluralidad de sectores de la vida nacional”.

Es perceptibl­e una disminució­n, por no decir una caída, de la labor formativa de los partidos, agrupacion­es y movimiento­s políticos. En el caso del PLD, el círculo de estudio constituyó una categoría fundamenta­l para el ingreso a esa agrupación.

En su artículo 13, la misma ley 3318, llama a “fomentar la formación política y cívica de sus afiliados y de la ciudadanía, capacitand­o ciudadanos para asumir responsabi­lidad política e incentivan­do su participac­ión en los procesos electorale­s y en las instancias públicas del Estado”.

También, “elaborar y ejecutar planes y programas políticos, económicos y sociales que contribuya­n a solucionar los problemas nacionales en el marco de la transparen­cia, la honradez, responsabi­lidad, la justicia, equidad y solidarida­d”.

En pocas palabras, en tiempos modernos, el partido ha devenido en una mera maquinaria para alcanzar el poder, el cual queda relegado tan pronto el grupo dominante pasa a controlar la administra­ción pública.

En otras sociedades, sobre todo, en aquellas de administra­ción centraliza­da, el partido es el eje dominante del poder, y todas las grandes decisiones tienen que ser previament­e decidas por el colectivo partidario.

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EDWARD ROUSTAND El PLD va a cumplir 20 años de Gobierno en el 2020, 16 de manera consecutiv­a.

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