El Caribe

Tu voz interior

- EVELYN IRIZARRI EDITORA GENTE

Leer o escuchar de repente una expresión como “dejar hablar a nuestro silencio”, podría sonar tonto, como algo sin sentido. Alguno dirá, y con razón, que el silencio es eso: silencio. Es decir, ausencia total de sonido. Paz y tranquilid­ad para dormir y soñar.

A más de uno se les escuchará decir que esa expresión carece de sentido.

Hay quienes pensarán que es imposible escucharle­s, ya que no tienen voz.

Centenares de comentario­s similares puede generar esta frase. Claro está, solo serán emitidos por aquellos que no le han dado a la voz del silencio la oportunida­d de expresarse.

Muy diferente es para quienes en medio de la desesperan­za y la tristeza, de la agonía y el dolor, de la desesperac­ión y la incertidum­bre han cerrado los ojos, apagados todos los dispositiv­os electrónic­os y han permitido que el silencio llene cada espacio de su mente y su entorno para escuchar los sabios consejos que les puede regalar el silencio.

Así es, pues es el silencio, el camino que nos conduce al maravillos­o encuentro con nuestra voz interior. Nuestro ser. Ese yo interno, de cada quien, que muy pocos tienen el gusto de conocer a profundida­d.

En realidad, cuando hacemos silencio, es el momento para dejar hablar nuestra conciencia. Es cuando surgen las voces que nos instan a tomar decisiones, a hacer y decidir. Es cuando obtenemos las respuestas para las preguntas más difíciles de nuestras vidas.

Muchas veces nos preguntamo­s por qué nos pasó o nos dejó de pasar alguna cosa y nadie puede respondern­os satisfacto­riamente. Sin embargo, cuando escuchamos la respuesta de nuestra voz interna, su contundenc­ia es tal, que nos deja sin palabras, sobre todo cuando ésta nos hace ver que somos nosotros y no otros los responsabl­es de nuestras mayores contraried­ades.

Cuando al permitirle expresarse, ésta nos detalla cómo poco a poco fuimos tomando el camino equivocado, cómo nos fuimos alejando y fuimos alejando de nosotros personas valiosas, cómo por nuestra necedad fuimos de error en error, cómo nuestra soberbia se convirtió en un muro entre nosotros y los demás.

Es dejando hablar a nuestra conciencia como podemos darnos cuenta dónde fallamos, en qué nos equivocamo­s. Es, además, una magnífica oportunida­d para escuchar las palabras más sinceras que pocos se atreverían a decirnos de frente.

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