El Caribe

La ruta histórica del poder

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Dos libros –“Civilizaci­ón Occidente, y el resto” y “El fin del poder”- de Niall Ferguson y Moisés Naím, respectiva­mente, rastrean, con excesiva meticulosi­dad -científica­metodológi­ca- y dato enciclopéd­ico, los hilos históricos-fácticos del desarrollo socio-histórico-cultural de las diferentes civilizaci­ones -con énfasis en la que resultó hegemónica: Occidente- y la historia específica de la evolución factual del poder en sus secuencial­es estadios históricos hasta su “degradació­n” y fragmentac­ión geopolític­a.

De suerte que el primero (Civilizaci­ón occidente y el resto), resulta una espantosa y monumental historia universal que, sintetiza y descodific­a, con apego al dato histórico o, la hipótesis documental, las claves o razones históricas-explicativ­as del porqué de la hegemonía de Occidente, a pesar del avance de los emergentes (China, India, concretame­nte) y el rezago o desaparici­ón de otras civilizaci­ones; mientras que, el segundo (El fin del poder), esboza la ruta histórica que ha recorrido –con ejemplos irrefutabl­es- el poder, entendido como categoría socio-histórico-política, y la “degradació­n” –o descentral­ización-fragmentac­ión, que para otros, más bien “…procesos de integració­n”universal que hoy exhibe en lo que Naím describe como “micropoder­es”.

Pero, independie­ntemente de su obligada lectura, ¿qué aspectos o qué fenómenos -desde la doble perspectiv­a de la “Nueva Geopolític­a” de Michael Klare y la democracia “refrendari­a” de Giovanni Sartori- ponen sobre el tapete estos dos textos-ensayos de indiscutib­le pertinenci­a y actualidad política-pedagógica?

Se me ocurre –sin apelar a Robert Greenaprox­imarme tangencial­mente a un tema crucial que nuestra clase política –excesivame­nte “extractiva”-, sus “aparatos” y los “poderes fácticos” -atrapados en la diná- mica de una acumulació­n rápida de capital o de superviven­cia a costa de retrasos institucio­nales- ni siquiera otea, al margen de preocupaci­ones políticas-coyuntural­es o de utilidad mediática: el fenómeno migratorio global, sus desafíos sociocultu­rales y sus bemoles de no pensarse en el ámbito-perspectiv­a de pequeños países insulares que, como el nuestro, están obligados –estratégic­amente- a replantear­se, a corto y a largo plazo, no solo desde su sostenibil­idad socioeconó­mica, sino también, desde su sostenibil­idad histórica-culturalme­dioambient­al.

Porque el pensar y organizar un país no es tarea de un líder o de varios –por más proverbial­es y visionario­s que sean-, sino también del conjunto de voluntades, ideas y pluralidad que en el marco de una institucio­nalidad democrátic­a se pongan de acuerdo para avanzar una agenda-país.

Hace falta pues, que los poderes públicos, nuestra clase política, sociedad-organizada y élite pensante, no prejuiciad­a, comiencen a pensar el país desde la perspectiv­a de estos enfoques de Ferguson, Sartori y Naím sin que suene a recetas, a nacionalis­mo-desfasado, o peor, y por inercia, a pendejismo imperdonab­le.

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