La “tanda extendida”
La oposición no parece valorar la importancia del programa de “tanda extendida”, bajo la excusa de que el gobierno privilegia la construcción de planteles en lugar de centrarse en la formación de maestros o en el pensum. Esa miope visión no le permite apreciar la trascendencia del programa de mayor conte- nido social, puesto en marcha en esa área de la acción ejecutiva desde la fundación misma de la República.
Ante la queja de un sacerdote en la inauguración de dos planteles, de que el Gobierno descuida otras obligaciones, centrándose en la infraestructura escolar, el presidente Danilo Medina echó a un lado su inexplicable parquedad para explicar en detalles los objetivos de sus políticas en la educación, la salud y otras áreas. Su empeño por mejorar la calidad de la enseñanza pública y la ayuda que representa la “tanda extendida” para las familias pobres del país, dijo, es una de las mejores vías para atacar la marginación y la desesperanza.
La valoración presidencial es correcta y refleja una perspectiva clara y justa de la realidad que venimos arrastrando desde siempre. Cada familia con hijos ba- jo ese programa recibe un subsidio de entre 80 y 240 mil pesos al año. Resulta inconcebible que las diferencias políticas no permitan una adhesión total de la sociedad a este gran esfuerzo en el ámbito de la lucha contra la pobreza.
Lo cierto es que el éxito de este programa es la única posibilidad que tienen los estudiantes de escuela pública de competir en el futuro con los hijos de las familias pudientes por los empleos mejor remunerados y para acceder a las oportunidades de una economía cada vez más globalizada. El pecado original con el cual nació nuestro país ha sido el creer que todo cuanto procede de la esfera pública es cuestionable y, por ende, objeto de rechazo. Y ese proceder tan vinculado a nuestra cultura política, impide el crecimiento y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.