HÁBITO LLENO DE ESPERANZA
Thiago Mejía, de apenas un añito y medio, se vistió como el padre Pío pues tiene un gran favor que agradecerle al santo.
Cuando este bebito tenía seis meses los doctores le detectaron una hernia en uno de los testículos y por eso, a su corta edad, tuvo que pasar por una sala de operaciones.
“Nosotros acá (en la parroquia de La Aurora de Heredia) tenemos un grupo de oración al Padre Pío, por medio de un chat empezamos a pedir que rezaran por Thiago para que el santo intercediera en la operación”, recordó Marianela Loaiza, tía del pequeño.
Las plegarias las escuchó el santo de Pietrelcina, que puso de su parte y la cirugía fue un éxito.
“El año pasado ya vino a la procesión con el hábito del padre Pío para agradecerle pero hace un tiempo ya le dieron de alta, por eso este año también tiene mucho por qué darle gracias”, añadió.
Thiago, a quien también le pintaron una barba para hacerlo más parecido al santo, fue uno de los pe- queños que se unieron a la tradicional procesión en la que los niños se “uniforman” con el hábito color café de los padres capuchinos.
Esto como parte de las celebraciones en La Aurora de Heredia en honor al Padre Pío, cuya fiesta es el 23 de setiembre.
Lo escuchó. Santiago Gómez, de ocho años, era otro de los pequeños que andaba mudado como el religioso.
El chiquillo nos contó que él tiene el síndrome de Tourette, el cual provoca movimientos involuntarios llamados “tics” y la emisión de sonidos vocales. Las personas con este síndrome también pueden tener déficit de atención y un trastorno obsesivo compulsivo.
Pero Santiago ha podido enfrentar esto en gran parte gracias a la ayuda del santo italiano.
“Vengo acá como un agradecimiento por todas las cosas que él me ha ayudado. Por este síndrome a veces se me dificulta mucho hablar, pero desde que le recé a él no me trabo tanto al hablar ni me dan tantos tics”, contó el menor, quien iba con su mamá, Karol Alfaro.
Santiago ha participado por cinco años de esta tradición y con una gran sonrisa dice que le tiene mucho cariño a este santo.
Cerquita de ahí caminaba Nicole Quesada, también de ocho añitos, quien se viste con el hábito capuchino por pura devoción.
“Es muy bonito y divertido. Él era un sacerdote que tenía en sus manos lo mismo que Dios”, dijo.
El padre EduardoFallas, párroco del lugar, nos contó que esta tra- dición ya tiene unos siete años y es un signo de agradecimiento al santo y un testimonio de su figura.
“Es una cuestión de catequesis que ellos vean desde pequeños que en la Iglesia ha habido personas que solo buscaron hacer la voluntad de Dios”, explicó el sacerdote.