Los partidos políticos no entienden cuál es su papel
El desasosiego se palpa en el ambiente político en vista de la gran cantidad de partidos políticos y, por ende, una sobreoferta de candidatos presidenciales y aspirantes a una curul.
La magnitud de los retos que afronta el país en modo alguno ha mermado la aspiración por un puesto de representación popular de quienes buscan seducir al elector con sus posturas y propuestas, destacando su capacidad de cambiar el rumbo del país y enfatizando los errores cometidos por los demás.
En buena hora se cuenta con costarricenses desprendidos que, sin reparar en el reconocimiento público, los honores, los afectos o las mieles del poder, encuentran en las más altas esferas del Estado su mejor forma de servir. El orgullo, la vanidad personal y la altivez son algunos de los peores enemigos de quienes una vez elegidos creen que lo alcanzaron todo.
Los partidos políticos son organizaciones que tienen el monopolio de la representación política, pero, por el contrario, todo apunta a su cada vez menor relevancia como generadores de confianza, sintomatología que podría agravarse debido a la aparición de agrupaciones nacidas al calor de una contienda electoral, de las que poco se conoce y cuyo futuro es incierto en términos de su capacidad para consolidarse como fuerzas políticas permanentes, carentes de un proyecto que logre la identificación de los ciudadanos con una divisa electoral más allá de una competencia.
Si a la ya tradicional mayor presencia de los partidos en época electoral se suma la poca identificación partidaria de la población, fracciones legislativas que funcionan independientes de sus partidos, el poco o nulo peso de las opiniones de los partidos en los asuntos de interés nacional, la permanencia en la curul de quienes optaron por abandonar su agrupación de origen, el débil ejercicio de formulación programática y generación de pensamiento fuera del lapso electoral y la crítica recurrente por la falta de nuevos liderazgos, hallamos elementos que ayudan a explicar no solo la apatía ciudadana, sino también la cada vez mayor importancia de la figura del candidato. Ante esto surge la interrogante: ¿cuál es el valor de los partidos políticos?
Su valor estriba en servir de instrumentos para expresar el pluralismo político, ayudar a la formación y manifestación de la voluntad popular, hacer posible la participación política como ordena la Constitución Política; sin embargo, la opinión de la población, según un estudio sobre participación electoral de agosto del 2021, llevado a cabo por el Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica, el 77 % de los entrevistados manifestó no simpatizar con ningún partido político.
Por su parte, en la investigación sobre percepciones ideológicas, de mayo del 2021, de ese mismo centro, los partidos políticos aparecen con el más bajo índice de confianza entre varias instituciones que fueron objeto de consulta.
Esa connotación negativa de los partidos a lo largo del tiempo, que tiende a agravarse, incluye tanto a agrupaciones con trayectoria como a aquellas que dan sus primeros pasos en la vida política, de cuyos aspirantes a puestos de elección popular casi nada se conoce sobre su vinculación con determinada divisa política, a quienes vale cuestionar durante esta campaña acerca de sus obligaciones partidarias en aspectos como el respeto a la orientación ideológica y doctrinaria del partido de pertenencia, su contribución económica a la agrupación, su actualización con respecto a los cambios sociales, culturales y económicos nacionales.
En este sombrío panorama y en momentos en que proliferan los partidos, 38 en total, vuelve a tocar la puerta la pregunta sobre su valor. Con seguridad, si no fuera por la disposición constitucional que los coloca como el medio para la participación electoral, ya estaríamos ante nuevas fórmulas de competencia política distintas a las conocidas; mientras tanto, los partidos siguen siendo actores esenciales en las reglas del juego democrático, pero a su alicaída imagen le falta un renovado interés de sus miembros por revitalizar la vida partidaria y aporte a la generación de un pensamiento innovador, a la construcción de una visión que trascienda la coyuntura electoral, a la formación permanente de cuadros que contribuyan al entendimiento de los asuntos públicos, a la generación de liderazgos, cuya existencia no se justifique solo por lo expresado en una norma constitucional.
Podemos insistir una y otra vez en la necesidad y significación de los partidos políticos, mensaje que continuará cayendo en tierra infértil o entre espinos, en tanto solo importen como medio para llegar al poder u ofrecerse al mejor postor.