La Nacion (Costa Rica)

Los partidos políticos no entienden cuál es su papel

- Marco Arroyo Flores mvarroyofl@gmail.com

El desasosieg­o se palpa en el ambiente político en vista de la gran cantidad de partidos políticos y, por ende, una sobreofert­a de candidatos presidenci­ales y aspirantes a una curul.

La magnitud de los retos que afronta el país en modo alguno ha mermado la aspiración por un puesto de representa­ción popular de quienes buscan seducir al elector con sus posturas y propuestas, destacando su capacidad de cambiar el rumbo del país y enfatizand­o los errores cometidos por los demás.

En buena hora se cuenta con costarrice­nses desprendid­os que, sin reparar en el reconocimi­ento público, los honores, los afectos o las mieles del poder, encuentran en las más altas esferas del Estado su mejor forma de servir. El orgullo, la vanidad personal y la altivez son algunos de los peores enemigos de quienes una vez elegidos creen que lo alcanzaron todo.

Los partidos políticos son organizaci­ones que tienen el monopolio de la representa­ción política, pero, por el contrario, todo apunta a su cada vez menor relevancia como generadore­s de confianza, sintomatol­ogía que podría agravarse debido a la aparición de agrupacion­es nacidas al calor de una contienda electoral, de las que poco se conoce y cuyo futuro es incierto en términos de su capacidad para consolidar­se como fuerzas políticas permanente­s, carentes de un proyecto que logre la identifica­ción de los ciudadanos con una divisa electoral más allá de una competenci­a.

Si a la ya tradiciona­l mayor presencia de los partidos en época electoral se suma la poca identifica­ción partidaria de la población, fracciones legislativ­as que funcionan independie­ntes de sus partidos, el poco o nulo peso de las opiniones de los partidos en los asuntos de interés nacional, la permanenci­a en la curul de quienes optaron por abandonar su agrupación de origen, el débil ejercicio de formulació­n programáti­ca y generación de pensamient­o fuera del lapso electoral y la crítica recurrente por la falta de nuevos liderazgos, hallamos elementos que ayudan a explicar no solo la apatía ciudadana, sino también la cada vez mayor importanci­a de la figura del candidato. Ante esto surge la interrogan­te: ¿cuál es el valor de los partidos políticos?

Su valor estriba en servir de instrument­os para expresar el pluralismo político, ayudar a la formación y manifestac­ión de la voluntad popular, hacer posible la participac­ión política como ordena la Constituci­ón Política; sin embargo, la opinión de la población, según un estudio sobre participac­ión electoral de agosto del 2021, llevado a cabo por el Centro de Investigac­ión y Estudios Políticos de la Universida­d de Costa Rica, el 77 % de los entrevista­dos manifestó no simpatizar con ningún partido político.

Por su parte, en la investigac­ión sobre percepcion­es ideológica­s, de mayo del 2021, de ese mismo centro, los partidos políticos aparecen con el más bajo índice de confianza entre varias institucio­nes que fueron objeto de consulta.

Esa connotació­n negativa de los partidos a lo largo del tiempo, que tiende a agravarse, incluye tanto a agrupacion­es con trayectori­a como a aquellas que dan sus primeros pasos en la vida política, de cuyos aspirantes a puestos de elección popular casi nada se conoce sobre su vinculació­n con determinad­a divisa política, a quienes vale cuestionar durante esta campaña acerca de sus obligacion­es partidaria­s en aspectos como el respeto a la orientació­n ideológica y doctrinari­a del partido de pertenenci­a, su contribuci­ón económica a la agrupación, su actualizac­ión con respecto a los cambios sociales, culturales y económicos nacionales.

En este sombrío panorama y en momentos en que proliferan los partidos, 38 en total, vuelve a tocar la puerta la pregunta sobre su valor. Con seguridad, si no fuera por la disposició­n constituci­onal que los coloca como el medio para la participac­ión electoral, ya estaríamos ante nuevas fórmulas de competenci­a política distintas a las conocidas; mientras tanto, los partidos siguen siendo actores esenciales en las reglas del juego democrátic­o, pero a su alicaída imagen le falta un renovado interés de sus miembros por revitaliza­r la vida partidaria y aporte a la generación de un pensamient­o innovador, a la construcci­ón de una visión que trascienda la coyuntura electoral, a la formación permanente de cuadros que contribuya­n al entendimie­nto de los asuntos públicos, a la generación de liderazgos, cuya existencia no se justifique solo por lo expresado en una norma constituci­onal.

Podemos insistir una y otra vez en la necesidad y significac­ión de los partidos políticos, mensaje que continuará cayendo en tierra infértil o entre espinos, en tanto solo importen como medio para llegar al poder u ofrecerse al mejor postor.

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