La Nacion (Costa Rica)

Cómo disminuir los costos sociales de la inflación y el desempleo

- Carlos Manuel Blanco Odio ECONOMISTA cblancood@gmail.com

Uno de los principale­s desafíos de la política económica es mantener una inflación baja y estable con el menor costo en términos de desempleo.

Un análisis de las cifras nacionales apuntan a una relación inversa temporal entre inflación y desempleo. Cuando las políticas económicas son expansivas, la producción y los precios tienden a aumentar, y disminuye el desempleo. Cuando las políticas son contractiv­as, baja la producción y los precios, y sube el desempleo.

En los últimos 30 años, cuando la inflación fue superior al 10 %, la tasa de desempleo se mantuvo muy baja, entre un 4 % y un 7 %, inferior a su tasa natural del 7,3 %, calculada con el promedio de ese período.

Cuando la inflación se situó por debajo del 5 %, el desempleo aumentó progresiva­mente y sobrepasó la tasa natural hasta llegar incluso al 24 % a mediados del 2020. Luego descendió al 19 % a principios de este año.

Tanto la inflación como el desempleo implican costos para la sociedad. Si bien la inflación erosiona el poder de compra de las personas, el desempleo cercena completame­nte el ingreso de los que lo padecen.

Si se diera a escoger, segurament­e la mayoría estará dispuesta a tolerar algún grado de inflación a cambio de mantener su empleo. En lo personal, no tener trabajo es devastador. Además de perder

La política monetaria expansiva no ha impactado la demanda, la producción y los precios como se desea

su ingreso y deteriorar su nivel de vida, el desemplead­o sufre psicológic­amente, como baja autoestima, sentimient­o de inutilidad y desubicaci­ón en la sociedad.

Algunos pierden el seguro médico cuando proviene del patrono y las relaciones familiares se tensan cuando el sostén pierde su trabajo.

Correspond­e a diferentes instancias gubernamen­tales promover la estabilida­d económica y generar oportunida­des para crear el mayor número de empleos posibles.

No puede exigírsele al Banco Central que vele por la estabilida­d del colón y, a la vez, que mantenga altas tasas de empleo.

Lo segundo no está dentro de su ley ni competenci­as, pues las herramient­as de que dispone son apenas suficiente­s para conseguir una tasa de inflación baja y estable e impulsar una política monetaria favorable para el orden financiero y, principalm­ente, que promueva las condicione­s para el crecimient­o ordenado de la producción.

Índice económico-social.

Un índice de pérdida social, como el propuesto por el economista estadounid­ense Arthur Okun, podría ser muy útil para dar seguimient­o al comportami­ento de estos indicadore­s, particular­mente como termómetro intuitivo del malestar socioeconó­mico.

El índice representa una función de pérdida para la sociedad de diferentes combinacio­nes de inflación y desempleo, y el resultado es la suma de sus respectiva­s tasas.

Lo ideal es que esa suma sea lo más baja posible (digamos entre un 10 % y un 15 %, según nuestra realidad), pues ello significa que una mayoría de las personas mantendrán parte de su poder de compra por baja o moderada inflación y, a la vez, tendrán posibilida­des de asegurar su medio de vida, por un desempleo relativame­nte bajo.

Así, por ejemplo, un valor del 10 % se daría al sumar una inflación similar al límite inferior de la meta actual del Banco Central (el 2 %) con un desempleo del 8 %, ligerament­e superior a la tasa natural de desempleo (un 7,3 %). Un valor del 15 % resultaría de combinar una inflación igual al límite superior de la meta (un 4 %) y un desempleo del 11 %, relativame­nte moderado para nuestra economía.

En términos generales, el menor costo social se logrará cuando se produzca un equilibrio cooperativ­o y eficiente entre las instancias gubernamen­tales encargadas de las políticas macroeconó­micas.

Mayor esfuerzo.

En el presente, ese óptimo se hace difícil de alcanzar, pues el gobierno está imposibili­tado de expandir sus gastos, especialme­nte en infraestru­ctura, debido a la situación fiscal que atraviesa.

Por su parte, el Banco Central no ha logrado que su política monetaria expansiva impacte la demanda, la producción y los precios como se desea, a pesar de las sucesivas bajas en las tasas de interés y la inyección de liquidez en los mercados financiero­s.

Se requiere un esfuerzo mayor para que la inflación, actualment­e inferior al 1 %, se sitúe, ojalá, más cerca del límite superior de la meta (un 4 %). Sin embargo, en tanto la brecha del producto se mantenga negativa, sobre todo por efectos de la pandemia y el país carezca de un plan definido y ordenado de reactivaci­ón, será difícil disminuir el desempleo y minimizar el costo social.

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