La Nacion (Costa Rica)

Quitemos la carga de la espalda de la gente

- René Jiménez Fallas enejimenez­fallas46@gmail.com

Qué lamentable es que la buena idea de una coalición de varios partidos no fuera posible. Es preocupant­e que quienes encabezan esos grupos no tengan conciencia de la situación difícil y vulnerable en que está nuestra democracia: atascada y llena de desigualda­des.

Se necesita con urgencia una alianza, una coalición de partidos —aunque sea de palabra, como aún actúan las personas honestas— con el compromiso de favorecer la reforma del Estado y sacar al país del estancamie­nto y del cuantioso endeudamie­nto que nos heredará este gobierno junto con el Fondo Monetario Internacio­nal.

Para una coalición, se requiere voluntad y retomar la misión de servir a la sociedad, dar paso al ciudadano abnegado, íntegro, capaz y luchador —requisitos que deberían exigir los partidos políticos sin distingo de color— para que asuma la candidatur­a.

En las décadas de los 40, 50 y 60 los políticos trabajaban duro junto con los ciudadanos. Se echaban el país al hombro para guiarlo hacia el primer mundo, pero a partir de los 70, la nueva generación no soportó chimarse con una carga tan pesada.

Para librarse del compromiso, crearon el Estado empresario; un rotundo fracaso. La persistenc­ia política halló la clave para asegurar jugosos salarios y beneficios a los empleados públicos sin mayor exigencia en el desempeño: la curriculoc­racia. El peso caería entonces sobre las espaldas de la ciudadanía.

El interés de la clase política consiste modernamen­te en colocar riostras para sostener la enorme, pesada y dañada estructura estatal, y así evitar el derrumbe con el fin de seguir sosteniend­o su buen estilo de vida y el de otros grupos de presión.

Se sabe desde tiempos inmemorial­es: músico pagado no toca buen son.

La reducción del tamaño del Estado depende de la venta de activos, del cierre de institucio­nes innecesari­as u obsoletas y la apertura de monopolios.

Tomando esas acciones el país se beneficiar­á de recursos sanos, disminució­n significat­iva del gasto público y la reducción del costo de los combustibl­es y la electricid­ad, lo cual redundará en mayor competitiv­idad en la producción y las exportacio­nes. Habría, por cierto, una merma sustancial de la deuda y del pago de intereses.

El Estado debe atender de manera prioritari­a áreas esenciales que ya son motivo de serias preocupaci­ones para la ciudadanía: la pobreza educativa pública en las escuelas y colegios, la infraestru­ctura dañada, el déficit de computador­as y acceso a Internet en las regiones alejadas, por ejemplo.

Qué lamentable es que la buena idea de una coalición de varios partidos no fuera posible

Fortalecer la educación técnica, de servicios y otros idiomas para incorporar a más personas al empleo formal es imposterga­ble, así como también mejorar la infraestru­ctura donde se encargan de la seguridad pública —maltrecha en muchos sitios— y dotar de equipos y capacitar a la policía con el objetivo de bajar la alta tasa de criminalid­ad.

Hay proyectos cuya concreción cambiarían por completo al país, como el tren urbano, el cobro electrónic­o en los autobuses, afanarse en resolver el problema de los eternos derrumbes en la ruta 32 y no cejar en el empeño de construir las obras en la Circunvala­ción y otras regiones.

Hay suficiente­s personas con el perfil idóneo, quienes con un adecuado plan de gobierno y junto con ministros capaces y luchadores —como Rodolfo Méndez Mata— harían que el país despierte de su medio siglo de sopor y se encamine de nuevo hacia el desarrollo.

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