Pensar lo peor
Dicho actualizado: “Pensar lo peor para acertar mejor”. En un artículo técnico, la autora explica, en aburrido lenguaje químico, el origen de la catástrofe de Beirut: la molécula de nitrato de amonio contiene dos átomos de nitrógeno con números de oxidación muy diferentes (+3 y -3), lo que le proporciona a ese compuesto una gran avidez por convertirse, instantáneamente y con la emisión simultánea de una gran cantidad de energía, en tres sustancias muy estables: nitrógeno molecular (N2), dióxido de carbono y agua. La fuerza expansiva que desata el fenómeno convierte a cualquier almacenamiento descuidado de nitrato de amonio en una invitación al desastre. Así, tal vez sin proponérselo, la autora dirige, para quien sepa leer entre líneas, un rayo de luz sobre la estupidez, la codicia, la irresponsabilidad, o las tres cosas juntas, en las que pueden caer los políticos y los funcionarios amparados en la impunidad.
Lo que el inofensivo artículo acaba dejando ver es que, si las autoridades beirutíes atesoraban algo, esto era una suma de estupidez, codicia y negligencia tamaño emperador. Pero lo más terrible es que hace pensar en que la imbecilidad y la corrupción de políticos y funcionarios podrían estar uniformemente distribuidas en todo el mundo, en cuyo caso lo de Beirut vendría a ser solo una muestra. Es decir, que los heraldos del Apocalipsis ya no son jinetes, sino que forman parte de gobiernos y parlamentos.
En Beirut, políticos y burócratas no sabían química básica, pero sí debieron saber que cerca de tres mil toneladas de un explosivo se almacenaban en medio de una ciudad desde hacía años, en un galerón sin medidas de seguridad, y que debieron deshacerse de ellas de inmediato. Como ocurre siempre, funcionarios de menor rango cargarán con la culpa y los verdaderos responsables conservarán sus cráneos sobre los hombros. Sobre todo si, como sospechamos, mediaba la corrupción. El material almacenado en Beirut, resultado de una incautación rocambolesca, tenía un valor considerable y ya podemos imaginar —pensando lo peor— a algunos corruptos oteando la oportunidad de venderlo con ventaja personal. Exministros y exfuncionarios se encargarán de inventar explicaciones, pero como en la zarzuela, “de esta opinión nadie nos sacará, el perro está rabioso o no lo está”.