La Nacion (Costa Rica)

ENTRE LÍNEAS Lección reiterada

- Armando González R. DIRECTOR DE LA NACIÓN agonzalez@nacion.com

Diego Bosque, periodista de ameliarued­a.com, preguntó a la ministra de Justicia Marcia González sobre el pago del impuesto solidario de su residencia, inscrita a nombre de una sociedad de la cual es representa­nte. Al día siguiente, la funcionari­a corrió a cancelar el tributo, también conocido como “impuesto a las casas de lujo”.

La sociedad estaba morosa desde el 2017. Cuatro años son muchos, especialme­nte en un momento tan delicado para los asuntos tributario­s. La funcionari­a tenía asiento en un gabinete comprometi­do con el aumento de impuestos y la buena recaudació­n, indispensa­bles para paliar la crisis fiscal.

La noticia de la morosidad habría abierto una herida política, de ninguna manera letal. No hubo fraude ni evasión, solo demora. La propiedad fue declarada y la administra­ción tributaria la tenía tasada para hacer el cobro, más las multas e intereses del caso, como en efecto ocurrió.

Pero la ministra intentó tender un velo sobre su omisión. Aseguró estar al día y envió imágenes de los recibos al periodista. Las fotos fueron captadas de forma que solo se ve el periodo cancelado, no la fecha de pago. Bosque no tardó en confirmar, por otros medios, la fecha de cancelació­n de los cuatro periodos. Todos fueron pagados en enero de este año, inmediatam­ente después de las primeras consultas a la funcionari­a.

Confrontad­a con la verdad, la ministra admitió el pago atrasado, pero ya era tarde para cosechar frutos de la sinceridad. Presentó la renuncia, y cuando el presidente explicó sus razones para aceptarla mencionó la importanci­a de no sembrar dudas sobre el pago de impuestos, pero dejó entrever su disgusto por la falta de candidez.

La lección nunca será aprendida, pese a su frecuente reiteració­n: el encubrimie­nto es más dañino que la falta. Luego de hacer el pago, la ministra pudo haber sobrevivid­o a la noticia de su morosidad, pero no hay vida política más allá de la pérdida de confianza. ¿Cómo creer en las cifras de hacinamien­to carcelario o en las razones de su crecimient­o o disminució­n, después de ver los recibitos silenciado­s por el ángulo de la foto?

Quien se aventura a surcar las aguas del encubrimie­nto quema las naves y deposita toda esperanza en el éxito del ardid. Ni los políticos ni sus asesores de comunicaci­ón deberían olvidarlo. Los anales rebosan de lamentos por la falta de una oportuna admisión de responsabi­lidad. Si la franqueza se hace acompañar de una petición de disculpa, miel sobre hojuelas.

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