La Nacion (Costa Rica)

El que manda es el técnico

- Roberto García H. roberto.comunic@ gmail.com

Sabrá Dios cuál bichillo picó a Marvin Angulo que lo llevó a descargar su resentimie­nto acumulado contra el técnico Wálter Centeno y anteriores estrategas del Saprissa porque, según afirmó, se han servido de sus facultades “en cancha” (como dicen ahora) sólo cuando la situación está peliaguda, mientras que, en circunstan­cias más cómodas, lo han relegado a la suplencia. Después del empate morado del miércoles contra Pérez Zeledón, el mediocampi­sta desgranó ante la prensa su rosario de quejas, no sin antes aclarar, eso sí, que no es amigo de polemizar. ¡Plop!

Difícil comprender su diatriba, sobre todo porque se dio cuando había transcurri­do suficiente tiempo tras el pitazo final. O sea, no se desbocó “en caliente”. Sin negarle su exquisita técnica y su punto de mira en los tiros libres, reconocién­dole también su deseo de jugar, propio de un deportista de sangre, Marvin la voló al ventilar una inconformi­dad que debió plantear a lo interno. “Con la trayectori­a que tengo, puedo decir que si uno se enoja, pierde. No pierden los compañeros ni el entrenador…”, expresó Angulo. Craso error de procedimie­nto. Salta a la vista que sus palabras atentaron contra él mismo, contra sus compañeros y contra la intimidad del plantel, al romper lo que podemos denominar códigos de camerino.

No hay vuelta de hoja. En el fútbol de aquí, allá y acullá, manda el director técnico. Es el timonel quien decide y asume la responsabi­lidad por la conformaci­ón del plantel, se equivoque o no. En esta situación, hasta cierto punto insólita, es un hecho que sus declaracio­nes desestabil­izaron el clima laboral del Saprissa. Agrego que, si bien le asiste el derecho de quejarse por lo que considera una injusticia, se infiere también su falta de compañeris­mo hacia el colega que ocupa su posición. Ahora bien, tampoco hay que sorprender­se muchísimo. “Esto es fútbol” (como también dicen ahora). Sin embargo, alguien debería asesorar a estos chicos y evitar que le zafen la tabla al entrenador, en plena competició­n.

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