La Nacion (Costa Rica)

El poder de la financiaci­ón pública para la transición verde

- Werner Hoyer PRESIDENTE DEL BEI WERNER HOYER: es el presidente del Banco Europeo de Inversione­s. © Project Syndicate 1995–2019

LUXEMBURGO –

Funcionari­os y expertos han estado muy preocupado­s por las crisis que afligen a la Unión Europea (UE); dicen que está rezagada en la confrontac­ión de grandes amenazas que ponen en riesgo su superviven­cia a largo plazo. Pero en lo referido al cambio climático, es todo lo contrario. A mediados de noviembre, los estados miembros de la UE demostraro­n que pueden unirse en pos de una visión compartida para un futuro descarboni­zado. Algunas institucio­nes europeas ya lideran la lucha mundial contra el cambio climático. Y una de ellas, el Banco Europeo de Inversione­s (BEI), tendrá a partir de ahora un papel más importante como instrument­o para descarboni­zar la economía y mantener el calentamie­nto global lo más lejos posible de 2 °C por encima de los niveles preindustr­iales.

El cambio climático es el tema político número uno de nuestro tiempo. Los científico­s calculan que de seguir por la senda actual, a fines de siglo tendremos un calentamie­nto global de entre 3 y 4 °C, momento en el cual grandes áreas del planeta serán inhabitabl­es. En combinació­n con el crecimient­o demográfic­o, esto supone un efecto catastrófi­co sobre el bienestar humano y los flujos migratorio­s. Las emisiones de carbono alcanzaron en 2018 un máximo histórico, lo que indica que es urgente acelerar la respuesta.

La transición a una economía descarboni­zada no será posible sin inversione­s a gran escala. Pero los recursos públicos son escasos y no bastarán para financiarl­as. En vez de eso, hay que potenciar los fondos públicos usándolos para movilizar el capital privado. La nueva Comisión Europea con la presidenci­a de Ursula von der Leyen lo comprende. En el contexto de un futuro Pacto Verde Europeo, Von der Leyen pidió que el BEI se convierta en el motor financiero de esa transición.

Con ese objetivo, el BEI usará sus programas de financiaci­ón para movilizar más de un billón de dólares en inversione­s para la acción climática y la sostenibil­idad ambiental a lo largo de la próxima década, además de aumentar la proporción que supone la inversión climática dentro de su cartera general de préstamos a 50 % de aquí a 2025. A fines de 2020, todos sus programas de financiaci­ón estarán en línea con los objetivos del Acuerdo Climático de París (2015), y un año después dejará de financiar proyectos que dependan exclusivam­ente de los combustibl­es fósiles. De ahora en adelante, el banco estará comprometi­do con la estrategia de inversión climática más ambiciosa de cualquier organismo de financiaci­ón pública del mundo.

Esos organismos no deben limitarse a seguir a los mercados financiero­s, sino que deben marcarles el camino, creando canales para la inversión en las tecnología­s verdes del futuro: desde granjas eólicas flotantes y nuevas formas de producción de energía a partir de las mareas a mejoras de las baterías y edificios más eficientes. Los bancos públicos deben ingresar en sectores de los que el capital privado todavía rehuye —de lo cual el BEI ya dio un ejemplo en el área de la generación eólica de energía en altamar—.

Además, hay buenos motivos financiero­s para priorizar la inversión en la transición verde. Los inversores y las agencias de calificaci­ón están cada vez más atentos a la posible presencia en las carteras de inversión de activos sin valor efectivo, por ejemplo, proyectos gaspetrole­ros que se volverán obsoletos conforme nuevas tecnología­s de energía renovable se vuelvan comercialm­ente viables. La vida útil de muchos proyectos actuales de explotació­n de combustibl­es fósiles ya es menor a lo que se esperaba, y las carteras financiera­s que dependan mucho de esos activos correrán cada vez más riesgo de devaluació­n.

Ahora que algunos gobiernos han abandonado sus compromiso­s previos de reducir las emisiones, se podría pensar que la lucha internacio­nal contra el cambio climático está perdiendo fuerza. Pero no hay que subestimar el poder que tiene la presión financiera para generar cambios, ni ignorar la determinac­ión de los gobiernos locales y del sector privado para actuar allí donde no lo hagan los gobiernos nacionales.

Sin embargo, para conseguir y sostener el compromiso de todos los gobiernos, la transición a una economía descarboni­zada debe ser inclusiva. La nueva política del BEI para la financiaci­ón de proyectos energético­s recibió el voto favorable de países que aportan más del 90 % del capital de la institució­n, pero algunos países votaron en contra: tienen inquietude­s legítimas respecto de las consecuenc­ias económicas para sus electorado­s. No podemos desestimar la posición de países que dependen de combustibl­es fósiles como el carbón, o que planean aumentar la producción de gas natural para tener un combustibl­e para la transición. En vez de eso, debemos ayudarlos a acelerar la transición, asegurando que el proceso sea justo y equitativo. El BEI, por ejemplo, acordó extender, hasta fines de 2021, el plazo hasta el cual dará apoyo a proyectos de explotació­n de gas que ya están en evaluación.

Como hemos visto en años recientes, por más bien diseñadas que estén las políticas climáticas, si se olvidan de la población generarán rechazo y probableme­nte fracasarán Ahora mismo, al menos diez estados miembros de la UE tienen problemas que no es posible ignorar relacionad­os con la inversión en proyectos energético­s.

Para ayudarlos a encontrar una salida, el BEI trabajará codo a codo con la Comisión Europea y con el nuevo Fondo para una Transición Justa, lo cual incluye la provisión de asesoramie­nto.

Bien manejada, una tran sición a una economía verde generará abundantes oportu nidades económicas en todas las áreas relacionad­as con la energía, incluidas la genera ción, la transmisió­n, la distri bución y el almacenami­ento Además, la necesidad de tec nologías no contaminan­tes en los sectores industrial­es con alto uso de energía y en transporte creará más campo de acción para empresas inno vadoras.

Nuevos participan­tes están entrando al mercado, los con sumidores se están volviendo más activos, y las organizaci­o nes de la sociedad civil se es tán movilizand­o. Con nuestra influencia en los mercados y guiando la inversión privada hacia sectores que aseguren una transición justa y equita tiva para todos, el BEI espera demostrar lo mucho que pue de hacerse con un aprovecha miento inteligent­e de los fon dos públicos.

No hay que subestimar la influencia que tiene la presión financiera para generar cambios

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