La Nacion (Costa Rica)

Islas de innovación climática

- Mike Eman ABOGADO MIKE EMAN: fue primer ministro de Aruba entre el 2009 y el 2017. © Project Syndicate 1995–2019

ORANJESTAD– Vivir hoy en un pequeño Estado insular es enfrentars­e periódicam­ente a la ironía más cruel del cambio climático. Las islas contribuye­n poco al calentamie­nto global, pero son las primeras en sufrir sus efectos devastador­es y las menos preparadas para manejarlos.

Mientras las emisiones de dióxido de carbono de países industrial­izados más grandes y ricos siguen calentando el planeta, el aumento del nivel de los mares les roba territorio a estas islas. Además, inmensos huracanes como el María y el Irma (potenciado­s hasta niveles inéditos por el calor antinatura­l de las aguas) destruyen hogares y sistemas de energía, dejando muerte, destrucció­n y enfermedad a su paso.

Mientras estas amenazas se van volviendo normales, los pequeños Estados insulares hemos hecho de nuestras vulnerabil­idades comunes una fuente de solidarida­d. También estamos hallando un renovado espíritu de resilienci­a y estamos decididos a trabajar juntos para ayudar al mundo a combatir el cambio climático. Más en concreto, nuestras islas pueden servir como laboratori­os ideales para probar innovadora­s tecnología­s de producción limpia de energía.

En Aruba, durante mi mandato como primer ministro, nos fijamos la meta de generar el 100 % de la electricid­ad con energía limpia en el 2020. Para el logro de esta iniciativa, contamos con la colaboraci­ón de socios clave como las universida­des Harvard y TU Delft y centros de estudios como el Rocky Mountain Institute. También recibimos apoyo de sir Richard Branson, Al Gore, Wubbo Ockels, Daan Roosegaard­e y José María Figueres, todos ellos líderes del movimiento por la defensa del clima y la sostenibil­idad.

Para la satisfacci­ón de sus relativame­nte pequeñas necesidade­s energética­s, la mayoría de las islas todavía son muy dependient­es de combustibl­es fósiles importados, lo cual las pone a merced de los mercados globales. Los isleños tenemos que soportar variacione­s impredecib­les de los precios e interrupci­ones del suministro, especialme­nte en tiempos de crisis. En cambio, la generación local de energía a partir de fuentes renovables, por ejemplo, eólica y solar, complement­ada con baterías de alta capacidad de almacenami­ento, aumenta la resilienci­a de las islas y la estabilida­d de sus suministro­s de electricid­ad.

Los pequeños Estados insulares queremos energía limpia ahora, por nuestro propio bienestar y por el bien de toda la humanidad. Estamos

ansiosos por mostrar al mundo lo práctico y rentable que es abandonar los combustibl­es fósiles sin dejar de hacer crecer la economía con la garantía para todos de acceso fiable a la energía y empleos de calidad para las poblacione­s locales.

Muchos de nuestros vecinos caribeños ya se fijaron metas ambiciosas en lo referido a la descarboni­zación profunda y el desarrollo de las energías renovables. Por ejemplo, el primer ministro de Jamaica quiere que su país genere el 50 % de la energía a partir de fuentes renovables en el 2030. Barbados pretende ir más lejos, ya que para esa misma fecha se fijó como objetivo la neutralida­d de carbono y llegar al 100 % de generación de energía sin uso de combustibl­es fósiles.

Lamentable­mente, muchos inversores extranjero­s todavía apoyan proyectos de infraestru­ctura energética dependient­es del carbono, en pequeños Estados insulares y otros países en desarrollo. Por ejemplo, China comprometi­ó más de $20.000 millones para la financiaci­ón de centrales de carbón en todo el mundo. Japón sigue financiand­o nuevos proyectos basados en el carbón dentro y fuera del país; es el único miembro del G7 que lo hace. Esas inversione­s amenazan con dejar regiones vulnerable­s ancladas a los combustibl­es fósiles por décadas y al mismo tiempo empeorar los riesgos climáticos a largo plazo.

Muchos grandes países desarrolla­dos se han comprometi­do a ayudar a los pequeños Estados nación vulnerable­s a adaptarse al cambio climático. Pero los donantes y prestamist­as a veces atentan contra su propio compromiso porque no dejan de financiar proyectos nuevos basados en los combustibl­es fósiles.

Los países más ricos deberían concentrar­se en hacer inversione­s climáticam­ente inteligent­es para reducir la carga futura del calentamie­nto global. Según una estimación, en nueve de los países más vulnerable­s del mundo, el costo promedio de adaptarse al cambio climático puede llegar a los $15.000 millones al año entre el 2015 y el 2030.

China es un buen ejemplo de las contradicc­iones que se ven en relación con la energía limpia. Dentro de sus fronteras, el país está mostrando de qué manera una economía en veloz industrial­ización puede cerrar centrales de carbón y aumentar el acceso a la energía con fuentes renovables limpias. Pero la mayoría de los proyectos en países en desarrollo dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (el inmenso programa transnacio­nal chino de inversión en infraestru­ctura) se centran en el petróleo, el gas y el carbón.

No tiene por qué ser así. A China le resulta muy fácil exportar su tecnología de energía limpia y climáticam­ente inteligent­e cuando los receptores de sus préstamos lo piden. En Argentina, por ejemplo, el Banco de Exportacio­nes e Importacio­nes de China ha otorgado un préstamo de casi $400 millones para financiar la construcci­ón de la mayor granja solar de Suramérica.

Además de la IFR, otros países (por ejemplo, Japón) también están aumentando la inversión en Estados insulares y en todo el mundo en desarrollo. Los países destinatar­ios deben pensar cuidadosam­ente en la utilidad a largo plazo de los proyectos para sus ciudadanos y comunidade­s locales, y en el perjuicio que causarán nuevas centrales termoeléct­ricas impulsadas con lignito, por el agravamien­to de los efectos que ya sufren por la crisis climática.

En tanto, los países donantes deben analizar la compatibil­idad de sus inversione­s en

Los Estados insulares contribuye­n poco al calentamie­nto global, pero sufren más sus efectos

el extranjero con los compro misos asumidos conforme a Acuerdo Climático de París (2015). La única forma de limi tar el calentamie­nto global a menos de 1,5 °C por encima de las temperatur­as preindustr­ia les (un límite que para muchos Estados insulares pequeños es realmente existencia­l) es dete ner inmediatam­ente la cons trucción de nuevas centrales impulsadas por combustibl­es fósiles. Si un proyecto de ener gía no es compatible con este límite de 1,5 grados, ¿puede un autoprocla­mado “líder climá tico” como China o Japón jus tificar su financiaci­ón?

El Acuerdo de París inició una nueva era de cooperació­n internacio­nal, cuando los lí deres mundiales acordaron trabajar juntos para combatir la amenaza del calentamie­nto global. Islas vulnerable­s como la mía aceptan de buen grado la inversión extranjera en su futuro energético, siempre que se trate de proyectos de gene ración limpia descarboni­zada que ayuden a nuestros ciuda danos a obtener una seguridad energética auténtica.

Los pequeños Estados insu lares recibimos una cuota des proporcion­ada de los efectos del cambio climático; pero con ayuda de los inversores, tam bién podemos hacer más de la cuenta para ayudar a mitigar sus peores efectos.

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