Costa Rica en una etapa crucial
Hemos pasado una etapa crucial en nuestra historia patria y en nuestras vidas. Si no es por la correcta interpretación hecha por la Sala Constitucional con relación al paquete fiscal, privilegiando el “bien estar” y el “bien ser” general como precondición para el bienestar y bien ser individuales, nos habríamos hundido.
Nuestra Asamblea Legislativa está asumiendo sus responsabilidades con seriedad y decisión. Si los diputados siguen por ese camino, se convertirán en los padres de la patria que deben ser.
La sociedad costarricense, llegando casi a caer en el despeñadero del desastre socioeconómico, político y hasta ambiental, ha aceptado con estoicismo el sacrificio que colectivamente habrá de hacer y que, por supuesto, debe incluir a quienes han venido o piensan evadir sus obligaciones tributarias.
El gobierno se ha comportado a la altura y el presidente ha asumido la majestad del cargo que ejerce, como no lo he visto desde hace muchos años, con especial visión estratégica. Demostró valentía al enfrentarse pacíficamente, pero de frente, a fatídicos elementos asociados al sindicalismo estatal, que debe revisarse a sí mismo y pedir ser disculpado por la ciudadanía con la promesa de que nunca más se darán actitudes como las vistas, tan contrarias a nuestros valores y tradiciones. El gobierno no claudicó, tampoco el mandatario, lo que presagia un estadista en ciernes, que el país necesita a gritos.
La jornada para sanear el país, redimensionar el aparato estatal en toda su magnitud, incluyendo las municipalidades y el Poder Judicial y el Legislativo, en función de lo deseable y posible, así como volverlo más eficiente, apenas comienza.
El Poder Judicial debe resolver varios juicios y vendrán otros por corrupción y males afines. Vienen propuestas legislativas clave que desencadenarán posiblemente, de nuevo, protestas de empleados públicos; gentes buenas, la mayoría, pero algunas ignorantes de la naturaleza implacable de las leyes económicas; y otras, que todavía mantienen la mentalidad mágica del socialismo irreflexivo de antaño, ya superada por los socialistas modernos, tipo Pepe Mujica, quienes reconocen la validez de la economía de mercado y apoyan el emprendimiento privado para producir eficiente y eficazmente, concentrando sus energías en generar una mejor distribución de lo producido.
Modelos.
Debemos aprender de países como Alemania y Corea de Sur, ambos profundamente democráticos y prósperos. Con el liderazgo del presidente actuando más como pastor de ovejas que como general, es impostergable que en el futuro previsible se sienten todos los sectores relevantes en la vida nacional a visualizar un nuevo modelo de desarrollo, con una visión clara y compartida para fomentar el progreso para todos, reconocedor, además, del papel que Costa Rica debe desempeñar para coadyuvar al rescate de un mundo, una “villa global” que se autodestruye a pasos agigantados; un contrato social que nos comprometa a todos con todos y a todos con la patria y con el progreso sostenible hacia el desarrollo.
Son las celebraciones espirituales de la época y el recibir un nuevo año, fecha propicia para plantearse cada ciudadano ese compromiso, reflexionar, reconciliarnos socialmente y empezar a ver el futuro con optimismo. Costa Rica es un país potente y no se ha detenido. Lo que necesita, cual nave voladora, es deshacerse del lastre que conspira contra su vuelo.
Para complementar este ensayo, recomiendo la lectura de los siguiente artículos, ambos se encuentra en Google: “Estrategias para vencer el corporativismo”, de este servidor, y “La tontería del antiglobalismo”, de Leonardo Boff, que nos lleva al punto omega descrito por el filósofo Teilhard de Chardin en su maravillosa obra El fenómeno humano.
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