La Nacion (Costa Rica)

CCSS intenta bajar costo de medicinas caras para el cáncer

Negociació­n con farmacéuti­cas

- Ángela Ávalos R. aavalos@nacion.com

Cuando la Caja compraba el Rituximab a un solo oferente, debía pagar por cada tratamient­o $18.630 anuales. El precio cayó a $9.153 en el momento en que el mercado se abrió a la competenci­a al vencer los derechos de la patente por propiedad intelectua­l.

A partir de ese momento, la institució­n pudo acceder a productos biosimilar­es.

La última adquisició­n de ese fármaco, utilizado para tratar un tipo de linfoma, se hizo en el 2016, y superó los $5,7 millones al año.

Para el 2019, la compra del biosimilar rondará los $2,4 millones; una diferencia de más de $3,2 millones anuales con respecto a la última compra. El dinero que se ahorra con la reducción de precios se podrá usar para otras medicinas.

Según el Instituto Nacional de Cáncer de los Estados Unidos, un fármaco biosimilar debe demostrar que es seguro, eficaz y funciona de la misma manera que el medicament­o de referencia, o el original. Sus costos son sustancial­mente menores al del producto original, pues el laboratori­o no ha tenido que invertir en investigac­ión y desarrollo.

Según datos de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS), en el momento en que vence la patente y el mercado se abre a la competenci­a, el precio del producto cae un 50% o más del precio original.

El acceso a las llamadas innovacion­es terapéutic­as tiene un alto impacto financiero para la institució­n, pues son productos cubiertos por la patente de propiedad intelectua­l y, en consecuenc­ia, con proveedore­s únicos: los laboratori­os que descubrier­on y desarrolla­ron el medicament­o.

Únicamente cuando se acaba el periodo de la patente (20 años, incluyendo la investigac­ión, el desarrollo y la comerciali­zación), se puede tener acceso a otros productos cuyos precios son más bajos.

Solo en 2017, la Caja compró 41 medicament­os de alto costo para un grupo reducido de pacientes (unos 4.000, principalm­ente de cáncer).

De esos 41 fármacos, 28 estaban protegidos por la patente de propiedad intelectua­l y 39 tenían oferente único.

Un grupo de 22 de esas medicinas tuvieron que ser suministra­dos por orden de la Sala IV (53% del total de los fármacos de alto costo). El costo de la erogación fue de $8,5 millones solo en 2017, con un tipo de cambio de ¢572, para un total en moneda nacional de ¢4.868 millones.

La CCSS invirtió casi $50 millones en comprar medicinas de alto costo durante el 2017.

“El tema aquí es cuáles medicament­os tienen propiedad intelectua­l y el número de oferentes. En la Caja vemos cómo a pesar de que no tienen propiedad intelectua­l seguimos teniendo prácticame­nte un oferente único para muchos de estos medicament­os de alto costo”, dijo Albin Chaves, director de Farmacoepi­demiología de la Caja.

Según Chaves, esto se debe, entre otras cosas, a que el mercado costarrice­nse es muy pequeño y hay que buscar otras estrategia­s para hacerlo más atractivo a otros oferentes.

La entidad lidera una negociació­n regional con farmacéuti­cas para que faciliten el acceso de los países como el nuestro, con ingresos per cápita bajos, a las verdaderas innovacion­es terapéutic­as. Se trata de aquellos medicament­os donde la Medicina basada en la evidencia garantiza resultados en la salud del enfermo que los hace seguros, eficientes y de calidad.

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ARCHIVO Solo en 2017, la Caja compró 41 medicament­os de alto valor para un grupo reducido de pacientes, unos 4.000, principalm­ente de cáncer.
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