La Nacion (Costa Rica)

Eligiendo a los mejores estudiante­s

- Peter Singer BIOETICIST­A

La discrimina­ción en las más prestigios­as universida­des del mundo moderno sale a la luz

PRINCETON – En diferentes países y por diferentes razones, las políticas de admisión a la universida­d son blanco de ataque. En una Corte de Boston, el 15 de octubre, un juez comenzará a oír una demanda legal que sostiene que el proceso de admisión de Harvard discrimina a los norteameri­canos de origen asiático.

En el Reino Unido, el miembro del Parlamento David Lammy describió a Oxford y a Cambridge como “feudos de privilegio arraigado” por los muchos estudiante­s que admiten provenient­es de escuelas privadas. En Japón, la Universida­d Médica de Tokio se ha disculpado por manipular los resultados del examen de ingreso de las postulante­s femeninas para limitar la proporción de mujeres admitidas a un 30 %.

Analicemos estas controvers­ias una la vez. Desde hace mucho tiempo es evidente que la proporción de norteameri­canos de origen asiático admitidos en las principale­s universida­des privadas de Estados Unidos es significat­ivamente menor que en las principale­s universida­des públicas, donde la considerac­ión de raza está prohibida.

En el 2013, por ejemplo, la inscripció­n de norteameri­canos de origen asiático fue del 14 % al 18 % en Harvard, Yale, Princeton, Brown, Cornell y Columbia. En los dos principale­s campus de la Universida­d de California, Los Ángeles y Berkeley, el rango fue de un 32 %-35 %. La discrepanc­ia, sin embargo, no se puede explicar del todo por la demografía de California, porque en Stanford, la principal universida­d privada de California, la inscripció­n de norteameri­canos de origen asiático –un 23 %– es aún mucho menor que en las principale­s institucio­nes estatales de California. (Por el contrario, de aquellos inscriptos en el Instituto de Tecnología de California, una institució­n privada, 43 % fueron norteameri­canos de origen asiático).

Si bien Harvard, Stanford, Yale, Princeton, Brown, Cornell y Columbia son universida­des privadas, cada una recibe millones de dólares en fondos públicos, lo que conlleva requerimie­ntos que prohíben una discrimina­ción racial “ilegal”. Students for Fair Admissions, la organizaci­ón que está demandando a Harvard, ha presentado ante la Corte un documento que muestra que un estudio llevado a cabo por la propia Oficina de Investigac­ión Institucio­nal de Harvard determinó que en el 2013 los asiático-norteameri­canos tenían menos probabilid­ades de ser admitidos que estudiante­s blancos con un desempeño comparable en todos los aspectos excepto una calificaci­ón “personal”subjetiva.

Si la admisión hubiera estado basada exclusivam­ente en el desempeño académico, el porcentaje de admisión de Harvard habría sido de un 43 % de norteameri­canos de origen asiático. En cambio, fue del 19 %.

En agosto, el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos presentó una “declaració­n de interés” en el caso argumentan­do que Harvard no pudo demostrar que no ejerce una discrimina­ción ilegal contra los norteameri­canos de origen asiático. Esta medida puede estar motivada por el ataque de la administra­ción Trump a la acción afirmativa para los estudiante­s afronortea­mericanos y de origen hispano, pero sería posible admitir a más estudiante­s de esas minorías desfavorec­idas sin hacerles más difícil la admisión a los norteameri­canos de origen asiático que a los norteameri­canos blancos.

Oxford y Cambridge han sido criticadas durante mucho tiempo por admitir una cantidad desproporc­ionada de estudiante­s de escuelas privadas como Westminste­r y Eton. El año pasado, Oxford admitió más estudiante­s de 12 escuelas privadas que de las 841 escuelas estatales de enseñanza general.

Esto sucedió a pesar de una inversión de 13,6 millones de libras ($17,8 millones) desde el 2009 en subsidios para las escuelas desfavorec­idas, un esfuerzo que permitió que otros 126 estudiante­s desaventaj­ados fueran admitidos, a un costo solo en concepto de subsidio de 108.000 libras por cada alumno desfavorec­ido.

En las sociedades marcadamen­te desiguales, se espera debidament­e que las universida­des de élite que reciben fondos del gobierno hagan algo por fomentar la movilidad social. Pueden hacerlo sin compromete­r los valores educativos teniendo en cuenta, al selecciona­r a los estudiante­s, la evidencia de que los estudiante­s de escuelas desaventaj­adas superan a sus pares provenient­es de mejores escuelas que obtuvieron las mismas calificaci­ones en sus exámenes preunivers­itarios. Eso significa que los resultados de los exámenes de los alumnos que van a las mejores escuelas deberían descontars­e hasta donde sea necesario para alcanzar el ingreso con mejor desempeño académico.

Se puede descubrir la mejor manera de medir la capacidad académica en diferentes contextos si se investiga el progreso académico de los alumnos admitidos con base en métodos de evaluación contrapues­tos, como resultados de exámenes, pruebas de CI y demás.

Promover una mayor movilidad social admitiendo estudiante­s de escuelas desfavorec­idas a los que probableme­nte no les vaya tan bien como a otros postulante­s pondría en juego los estándares educativos de la universida­d, y no está claro que las universida­des deban llegar tan lejos.

La manipulaci­ón de los resultados de los exámenes de las postulante­s femeninas de la Universida­d Médica de Tokio entra en una categoría diferente porque es una forma de engaño muy descarada. El argumento ofrecido fue que “muchas estudiante­s mujeres que se gradúan terminan abandonand­o la práctica médica para dar a luz y criar a sus hijos”. A pesar de cierto reconocimi­ento de la necesidad de reformar las prácticas en hospitales y otras instalacio­nes médicas a fin de satisfacer las necesidade­s de las médicas, hasta el momento es poco lo que ha cambiado. Solo el 20 % de los médicos de Japón son mujeres, una cifra que lo coloca en la parte inferior de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) y muy por debajo del promedio del 46 % de la OCDE.

Curiosamen­te, sin embargo, muchas universida­des norteameri­canas también discrimina­n a las mujeres. Como reciben más solicitude­s de mujeres muy calificada­s que de hombres igualmente calificado­s, admiten a hombres menos calificado­s para garantizar un “equilibrio de género” en el campus. ¿El equilibrio de género es tan importante como para que se justifique invalidar el principio de asignar oportunida­des educativas con base en el mérito?

El criterio de admisión más obvio para una universida­d es la capacidad académica. Los argumentos para alejarse de ese criterio, como la movilidad social o el deseo de una comunidad de estudiante­s diversa, deberían plantearse y defenderse explícitam­ente, y luego aplicarse de una manera transparen­te y justa. Harvard tendrá que demostrar que su evaluación personal de los postulante­s pasa esta prueba de equidad y no es una repetición de las cuotas de facto que las universida­des de la Ivy League empezaron a usar en los años 1920 para reducir la cantidad de estudiante­s judíos admitidos.

Oxford y Cambridge, por otro lado, pisan terreno firme si están selecciona­ndo postulante­s con la más alta capacidad académica descontand­o los resultados de los exámenes de alumnos de escuelas privadas. Japón necesita una discusión abierta sobre cuál es la mejor manera de darles a las mujeres una igualdad de oportunida­des no solo para recibirse de médicas, sino también para seguir ejerciendo la medicina y así utilizar su formación médica en beneficio de quienes tienen necesidad de atención médica.

PETER SINGER es profesor de Bioética en la Universida­d de Princeton y profesor laureado en la Universida­d de Melbourne. Sus libros incluyen “Animal Liberation”, “Practical Ethics”, “The Life You Can Save”, y “The Most Good You Can Do”. © Project Syndicate 1995–2018

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica