La leontina
Los alrededores de la Asamblea Legislativa fueron escenario de un “dispositivo militar”, muy similar a los desplegados por los “detestados” carabineros de Chile, con “unidades blindadas incluidas”. Si usted no lo vio y no lo cree, seguramente duda, también, del millón de personas que desfilaron por San José para protestar contra el plan fiscal.
Es usted un escéptico incorregible, probablemente incapaz de entender el calificativo de “opresor” aplicado al gobierno de Carlos Alvarado. Me atrevo a adivinar que no tembló de ira ante la brutal afectación de la libertad de tránsito cuando la Policía pidió documentos a los autobuseros contratados para movilizar manifestantes hacia San José.
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El líder encadenado, con el otro extremo de los hierros asido al cinturón, no sufrió en vano. “Nadie se debe desmovilizar”, tuiteó tres veces, con mayúsculas seguidas de signos de exclamación. Libre ya de sus cadenas, esperó paciente “la represión de sesgo militar ordenada por Alvarado y la troika PLN-PAC-PUSC”.
“El mundo lo sabrá”, escribió la noche antes, cuando denunció la intención gubernamental de cercar la Asamblea Legislativa y llamó a establecer “un campamento de patriotas” para amanecer en el sitio y “cuidar el punto”. Se avecinaba un desalojo violento a cargo de los militares del régimen.
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No ocurrió y usted, incrédulo, se negará a atribuir la preservación de la paz a la oportuna denuncia en Twitter y al suplicio de las cadenas. Los escépticos ignorarán el sufrimiento simbólico y dirán que el mundo solo supo de la agresión contra el déspota Alvarado, atribuida a seguidores del líder por la prensa vendida. ¿A quién se le ocurre decir que los de camisa amarilla eran del ICE?
Ya la verdad sale a flote. El gobierno provocó la agresión. Quizá Alvarado quería ser mártir y no se le ocurrió colgarse una cadena del cinturón. En el peor de los casos –denunciaron de viva voz los huelguistas– la culpa es de los encargados de la seguridad, que no protegieron al mandatario de ellos mismos.
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Todo esto suena a fantasía, pero es fiel a la realidad. Lo dicho puede ser constatado en Twitter, audio, video y fotografía. Fantasía es la representatividad del líder y mártir, una fabricación mediática cuidadosamente cultivada y, en los últimos tiempos, caricaturizada por la retórica desmedida y las poses ridículas. Las cadenas asidas al cinturón son para llevar un reloj. Un poste con leontina causa risa. ■