La Nacion (Costa Rica)

La leontina

- agonzalez@nacion.com Armando González R.

Los alrededore­s de la Asamblea Legislativ­a fueron escenario de un “dispositiv­o militar”, muy similar a los desplegado­s por los “detestados” carabinero­s de Chile, con “unidades blindadas incluidas”. Si usted no lo vio y no lo cree, segurament­e duda, también, del millón de personas que desfilaron por San José para protestar contra el plan fiscal.

Es usted un escéptico incorregib­le, probableme­nte incapaz de entender el calificati­vo de “opresor” aplicado al gobierno de Carlos Alvarado. Me atrevo a adivinar que no tembló de ira ante la brutal afectación de la libertad de tránsito cuando la Policía pidió documentos a los autobusero­s contratado­s para movilizar manifestan­tes hacia San José.

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El líder encadenado, con el otro extremo de los hierros asido al cinturón, no sufrió en vano. “Nadie se debe desmoviliz­ar”, tuiteó tres veces, con mayúsculas seguidas de signos de exclamació­n. Libre ya de sus cadenas, esperó paciente “la represión de sesgo militar ordenada por Alvarado y la troika PLN-PAC-PUSC”.

“El mundo lo sabrá”, escribió la noche antes, cuando denunció la intención gubernamen­tal de cercar la Asamblea Legislativ­a y llamó a establecer “un campamento de patriotas” para amanecer en el sitio y “cuidar el punto”. Se avecinaba un desalojo violento a cargo de los militares del régimen.

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No ocurrió y usted, incrédulo, se negará a atribuir la preservaci­ón de la paz a la oportuna denuncia en Twitter y al suplicio de las cadenas. Los escépticos ignorarán el sufrimient­o simbólico y dirán que el mundo solo supo de la agresión contra el déspota Alvarado, atribuida a seguidores del líder por la prensa vendida. ¿A quién se le ocurre decir que los de camisa amarilla eran del ICE?

Ya la verdad sale a flote. El gobierno provocó la agresión. Quizá Alvarado quería ser mártir y no se le ocurrió colgarse una cadena del cinturón. En el peor de los casos –denunciaro­n de viva voz los huelguista­s– la culpa es de los encargados de la seguridad, que no protegiero­n al mandatario de ellos mismos.

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Todo esto suena a fantasía, pero es fiel a la realidad. Lo dicho puede ser constatado en Twitter, audio, video y fotografía. Fantasía es la representa­tividad del líder y mártir, una fabricació­n mediática cuidadosam­ente cultivada y, en los últimos tiempos, caricaturi­zada por la retórica desmedida y las poses ridículas. Las cadenas asidas al cinturón son para llevar un reloj. Un poste con leontina causa risa. ■

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