Cuatro ideas para atender la emergencia fiscal
Los costarricenses tenemos al menos cuatro especialidades bien desarrolladas: criticar, criticar y criticar, sin proponer nada; dividir, dividir y dividir, en vez de sumar; combatir al mensajero, en vez de referirnos al mensaje; y un gusto por destruir, en lugar de construir.
Primera idea: vender el Banco de Costa Rica y su parte en Bicsa al Nacional. Se calcula que esa operación dejaría $3.500 millones, el equivalente a la mitad del déficit fiscal proyectado para el 2019. Para la Costa Rica del siglo XXI es más que suficiente tener un único banco estatal, robusto, con mejoramiento de su economía de escala, que pueda competir con la banca privada. No tiene sentido que los bancos del Estado compitan entre ellos, con varias directivas y gerentes.
Segunda idea: examinar la viabilidad jurídica para usar parte de las reservas en divisas internacionales en poder del Banco Central para atender el déficit fiscal. Son unos $8.000 millones de los cuales, para salvaguarda cambiario, no se usan ni $400 millones al año.
Sabemos que existen compromisos con el FMI y otros organismos, incluso un Banco en Colombia tiene depósitos del Banco Central de Costa Rica por más de $6.000 millones. Nuestro Banco Central tiene un colchón confortable, suficiente, que podría considerarse para el efecto requerido. Quizás al menos unos $3.000 millones. Las reservas del Banco crecen año con año, y ese dinero, que es de todos los costarricenses, podría usarse para pagar deuda a corto plazo mediante mecanismos jurídicamente autorizados.
Mi amigo Max Hernández Sotela me había hablado de eso hace algún tiempo, y conviene analizarlo. Una contribución del BCCR en esa dirección es mejor que la emisión inorgánica. Curiosamente, mientras el Gobierno Central está quebrado, el BCCR está millonario. Igual algunas instituciones.
Tercera idea: vender la Fábrica Nacional de Licores. No creo que el Estado ni la población sufra por una operación de este tipo. Habría que salvaguardar los derechos de los trabajadores nada más.
Cuarta idea: aprobar el proyecto innovador de pensión consumo congelado en la Comisión de Hacendarios y usarlo para aumentar la recaudación del IVA o de ventas según sea, convirtiendo a todos los ciudadahacen nos en fiscalizadores del pago del impuesto, en virtud de su interés de formar un capital con sus compras para garantizarse una pensión de vejez a partir de los 65 años.
Estudios de la Universidad Nacional indican que con ese mecanismo Hacienda recibiría miles de millones más de lo que recauda hoy con el 13 %. Pensión consumo es una idea que generé años atrás, y ha sido estudiada por expertos en pensiones, en infraestructura tecnológica y en cálculo actuarial, teniendo resultados muy positivos. Incrementa sin duda la formalización de la economía.
Ganancias. Estas cuatro ideas sirven para la emergencia fiscal. Las tres primeras significarían unos $6.000 millones mientras se formula una reforma estructural que ataque las causas y no los efectos. Insisto: debemos deshacernos de la idea de que reforma fiscal implica siempre aumentar impuestos.
También puede haber una reforma para bajar los tributos. En todo caso, un proyecto fiscal responsable tiene que reflexionar sobre el tipo de Estado que queremos construir para el siglo XXI. Mutatis mutandis. Para el país que deseamos, es esencial tener claro el flujo de caja que necesitamos. La visión holística es imprescindible. Por ello conviene también, sin dilación, un programa de reactivación de la economía.
La discusión en democracia implica llevar a la mesa no solo a los diputados, al gobierno y Hacienda, sino también a los actores más representativos de la sociedad.
Un proyecto fiscal es un asunto demasiado serio para que su construcción quede solo en manos de las dirigencias políticas. Implica examinar exoneraciones, evasiones, distorsiones en trasferencias, empleo público, pensiones, régimen aduanero y contribuciones de empresas en zonas francas, entre otros.
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Un proyecto fiscal no debe quedar solo en manos de las dirigencias políticas