La Nacion (Costa Rica)

¿Amnistía?

- Francisco Villalobos

13,00 12,00 13,00 12,95 13,00 13,00 13,00 13,00 13,00 14,00 13,00 13,00 13,00 13,00 13,00 13,00 13,00 12,00 12,00 12,00 12,00 13,00 13,00 12,00 12,00 13,00 13,00 13,00 13,00 13,00 13,00 13,00 14,00 15,00 17,00 21,00 164,10 Hablemos de perdón u olvido de una obligación. El primer registro que tenemos del término es la Piedra Rosetta, que describe la exención de impuestos a sacerdotes residentes y la liberación de la cárcel de condenados por evasión en el Egipto del año 196 A.C.

Le hemos llamado así a la figura que está planteada en el proyecto de ley de reforma fiscal, y le hemos llamado mal. Las normas propuestas en el proyecto no perdonan ningún impuesto sino que invitan a ponerle fin a litigios o a rectificar declaracio­nes para pagar más impuestos, claro está. Nadie rectifica una declaració­n de impuestos para pagar menos.

Lo que plantea el proyecto es que los contribuye­ntes, de aceptar los ajustes que hoy se pelean en las cortes, solo pagarían el impuesto sin pagar intereses y reduciendo la sanción, ni siquiera eliminándo­la.

Realmente, no estamos ante una amnistía sino ante una revelación voluntaria que es una figura distinta, como distintos son un perro y un gato. La revelación voluntaria, digamos, el gato, es un mecanismo de incentivo a la revelación de irregulari­dades y ante la cual no se condonan impuestos, diferencia sustancial con la amnistía, en donde sí se condonan. Supone igualmente la dificultad de la Administra­ción Tributaria de controlar a los contribuye­ntes tanto como supone la dificultad del contribuye­nte de salirse de su propia trampa.

Lo señaló Víctor van Kommer, exfunciona­rio de la Administra­ción Tributaria holandesa: “La revelación voluntaria proporcion­a una oportunida­d para salir del patrón forzado y repetido de no declarar la totalidad de los impuestos. El beneficio es que convierte a los no cumplidore­s en cumplidore­s”.

Entonces no estamos ante una amnistía sino ante un incentivo para enderezar las cosas o aceptar las que supuestame­nte enderezó la Tributació­n, aunque uno no esté de acuerdo con el ajuste por las razones que sean, por ejemplo, desistir de un pleito fútil y evitarse los intereses que siguen corriendo, como corre irresponsa­blemente el agua de un grifo que no reparamos.

Un respetuoso llamado a los diputados: la oportunida­d de rectificar o aceptar un ajuste no necesariam­ente justo, no debe limitar el derecho a seguir litigando. Si el contribuye­nte prueba su punto ante los jueces, que se le devuelva sin intereses lo que pagó de buena fe.

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