Topes a tipos de interés
En los últimos años se han propuesto, legislativamente, proyectos que pretenden proteger a los deudores mediante topes a las tasas de interés.
Este tipo de controles no son nuevos ni poco comunes a nivel internacional. A pesar del rol fundamental sobre el bienestar económico de las familias que tiene el crédito –permitiendo la transferencia de recursos en el tiempo, suavizando el consumo o a la hora de enfrentar imprevistos– el préstamo de dinero carga con el estigma de constituir una actividad no directamente productiva o de ser considerado como un mecanismo para extraer rentas indebidas de los deudores.
En el caso de mercados crediticios imperfectos, topes a los tipos de interés podrían favorecer el bienestar, limitando las ganancias no competitivas de los prestamistas y evitando la extracción de rentas de los hogares que afrontan dificultades para cambiar de fuente de financiación hacia las menos onerosas. También, suele argumentarse, podrían contribuir a limitar el sobreendeudamiento de los hogares, cuando se presume que son incapaces de determinar, por ellos mismos, el nivel de deuda que pueden manejar.
Sin embargo, estos beneficios podrían desaparecer, con facilidad, cuando se fijan topes excesivamente bajos con respecto a los costos reales de los diferentes tipos de préstamos, conduciendo a una reducción de la oferta de crédito en aquellos segmentos de la población cuya atención no resulta rentable para las instituciones financieras y, por tanto, a un incremento en la informalidad.
Si el objetivo es corregir las imperfecciones del mercado, medidas como proveer educación financiera y dotar a los supervisores bancarios de mandatos más efectivos y contundentes en materia de competencia y protección del consumidor, suelen ser mucho más eficaces.
Al final, como cualquier decisión de política pública, el diseño que adopte la acción gubernamental debería estar basada en un apropiado conocimiento del mercado que se regula y de los efectos que generan las opciones de intervención. En el proceso político, en sociedades democráticas modernas, lo único inaceptable sería que terminarán pesando más el desconocimiento, los prejuicios –ideológicos o personales– o los intereses empresariales.