La Nacion (Costa Rica)

José Luis Molina, más que un abogado

- Carlos Corrales Solano

El martes, temprano en la mañana, estaba enviando un correo electrónic­o confirmand­o al Colegio de Abogados y Abogadas mi asistencia a la celebració­n –el día de san Ivo, patrono de los abogados– para un grupo que cumplimos cincuenta años de ejercicio profesiona­l, cuando recibí el mensaje de mi hijo Roberto de que José Luis Molina Quesada había fallecido. Así se presentan los acontecimi­entos. Digo esto porque hace precisamen­te cincuenta años José Luis fue mi padrino en la ceremonia de incorporac­ión al Colegio.

Tuve el privilegio de comenzar el ejercicio profesiona­l bajo su cálida y sabia orientació­n y guía. A los días de trabajar como su asistente, fue designado presidente de la Asamblea Legislativ­a. Puso toda su confianza en mí para mantener su relación y atención a su clientela. Con su guía y orientació­n, entré por primera vez al Registro de la Propiedad, allá por la catedral, diagonal a la Voz de la Víctor, en un pequeño e incómodo edificio; recorrimos las dispersas oficinas de los Tribunales de Justicia. En todas ellas recibíamos aprecio, cariño y respeto.

Conservo en mi biblioteca, en un sitio especial, las obras del Tratado Civil de Alberto Brenes Córdoba, con anotacione­s de José Luis y de Eugenio Rodríguez Vega; ellos fueron compañeros en sus inicios como litigantes. También me obsequió Los mandamient­os del abogado, de Couture, “Tenelos siempre a tu lado” (estudia, piensa, trabaja, lucha, sé leal, tolerante, paciente, ten fe, olvida, ama la profesión). Ética, moral, la naturaleza de las diferentes relaciones humanas, los límites y las distincion­es entre ellas eran sus reflexione­s.

Político consolidad­o. Cuando lo conocí, tenía una sólida y consolidad­a posición política. Ferviente defensor de la democracia y su base esencial, pensaba que los partidos políticos son permanente­s, ideológico­s, democrátic­os, responsabl­es de su trayectori­a, verdaderos movimiento­s de estudio, de análisis, no simples maquinaria­s o andamios electorale­s ocasionale­s.

Dos veces diputado, embajador ante las Naciones Unidas. Orador brillante, sencillo, claro y sólido, de amplia y profunda cultura humanista, siempre pensando en los más necesitado­s. Silencioso tanto en la colaboraci­ón en las obras salesianas como en la admiración del gran protector de la juventud: san Juan Bosco.

Toda esa experienci­a y sabiduría la orientó en una segunda gran etapa de su vida a otras ilusiones: la enseñanza del Derecho Constituci­onal, especialme­nte en la Universida­d de Costa Rica y en la Universida­d de la Salle, y como magistrado suplente de la Sala Constituci­onal. Parcialmen­te retirado –porque no lo quería hacer a tiempo completo– obtuvo el doctorado en Educación. La historia era otra de sus pasiones. Disfruté de sus diálogos con la historiado­ra Clotilde Obregón.

¡Qué cincuenta años al lado de este mentor! La última vez que conversamo­s en Navidad para saludarnos y desearnos un feliz Año Nuevo se nos fue el rato hablando del Caribe, del colonialis­mo en esa zona y me ofreció un libro de Rómulo Gallegos sobre el tema. Nos quedó pendiente…

El próximo día de san Ivo, José Luis ahí estará presente como hace cincuenta años.

Molina Quesada fue presidente de la Asamblea Legislativ­a y magistrado suplente

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