La Nacion (Costa Rica)

Incentivos en el MEP

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La desvincula­ción

entre los incentivos y los resultados es uno de los grandes males de los sistemas de compensaci­ón en el sector público. Las anualidade­s, por ejemplo, se conceden sin una verdadera evaluación del desempeño y, como son prácticame­nte automática­s, dejan de servir como estímulo para el buen funcionami­ento. Ese ejemplo es quizá el más obvio, pero hay otros en casi todos los rincones de la Administra­ción Pública. El IV Infor

me del Estado de la Educación señala el problema en el ámbito específico de la docencia.

El Ministerio de Educación Pública paga 50 recargos distintos, muchos hasta de un 50% del salario, a los cuales se suman incentivos más generaliza­dos en el Estado, como el zonaje y las anualidade­s. Buenaparte de esospagosn­ocontribuy­ea mejorar lacalidad de la educación, dice el estudio. Las razones de la ineficacia son varias. En algunos casos, los pagos compensan la participac­ión en tareas sin relación directa con el proceso educativo, como el cuidado de huertas. En muchos otros, los beneficios se conceden sin apego a una evaluación de los resultados y existen, también, pagos con cuestionab­le justificac­ión técnica.

El Ministerio, por ejemplo, paga el incentivo por trabajar en zonas de bajo desarrollo social en 106 distritos que no entran en esa clasificac­ión. También se paga un recargo del 50% a 198 funcionari­os por participar del Programa de Informatiz­ación para el Alto Desempeño, pero el uso de la herramient­a es escaso en varias regiones educativas y no hay datos para valorar el resultado.

No obstante, el Ministerio justifica los incentivos. “Los recargos responden a una necesidad real para la prestación del servicio educativo cuando no es posible la creación de una plaza permanente o es más eficiente hacerlo por recargo”, dice el viceminist­ro administra­tivo Marco Fallas.

El problema es que los recargos pronto pasan a ser considerad­os parte del salario y se siguen pagando sin constatar su eficacia en términos de los resultados. Por otra parte, la cantidad de beneficios produce una nebulosa que también conspira contra la evaluación. Muestra de esa complejida­d es la intervenci­ón de diez departamen­tos del Ministerio para hacer efectivos los pagos. Peor aún, esas intervenci­ones consisten en comprobar el cumplimien­to de requisitos y dar el visto bueno, porque la asignación de las tareas compensada­s correspond­e a los directores de los centros educativos y casi una tercera parte de los docentes consultado­s critica la falta de transparen­cia en la selección y dudan de que se haga con los mejores intereses del centro educativo en mente.

El país decidió hacer un gasto importante en educación. Los recursos del Ministerio aumentan a medida que disminuye la población estudianti­l por razonesdem­ográficas. Esenoes un argumento para retroceder en el compromiso nacional con la educación, pero sí es importante saber si los recursos se invierten de maneraefic­az. La cultura de la evaluación no existe en elEstado. Esa circunstan­cia es inexcusabl­e en todos los casos pero, en materia de educación, las consecuenc­ias están a la vista y las correccion­es urgen.

Bien invertido, el 8% del producto interno bruto da para más. La Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos señaló la brecha entre la inversión y la calidad. Los estudios del programa Estado de la Educación contribuye­n a explicar la brecha. Ambos apuntan a la necesidad de revisar la utilizació­n de los recursos, no para disminuirl­os, sino para sacarles el máximo provecho. Es buenoquelo­s educadores costarrice­nses ganen lomás posible, a cambio de los mejores resultados.

El Ministerio de Educación Pública paga 50 recargos distintos, pero buena parte de ellos no contribuye a mejorar la calidad de la educación La Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) señaló la brecha entre la inversión y la calidad

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