Así se forjó la ‘conspiración’ más grande en la historia de EE. UU.
En su libro Conspiración. Cómo Rusia ayudó a Trump a ganar las elecciones, Luke Harding, periodista inglés de The Guardian y excorresponsal en Moscú, detalla los pormenores de la llamada trama rusa
La pregunta “¿cuál es la relación entre Donald Trump y Rusia?” estuvo presente en Estados Unidos desde que este se presentó como candidato, a mediados del 2015.
Hoy, más de un año después de las controversiales elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 2016 en las que Trump fue elegido, la misma pregunta es parte central de una investigación en curso. Robert Mueller, exdirector del FBI, fue designado como fiscal especial para tirar el hilo de una madeja muy enredada.
Todo comenzó cuando Christopher Steele, un espía privado, exagente del M16 británico, empezó a recibir reportes de fuentes en Europa del Este y Rusia a mediados de 2016. Ahí, se dio cuenta de que lo que estaba sucediendo en Estados Unidos era una operación enorme para ayudar a Donald Trump a obtener la Presidencia.
Pero sobre todo, para desestabilizar a Estados Unidos, la Unión Europea y la Otán. Todos, enemigos de la potencia patrocinadora de la conspiración: Rusia.
Steele redactó 16 resúmenes y un informe final, y lo hizo llegar a sus contactos en Estados Unidos. Este llegó a manos de las principales agencias de inteligencia del país, e incluso a las manos del saliente Barack Obama. También llegó al escritorio de Trump, quien no tardó en calificarlo de “falso”.
El informe, filtrado a la prensa y publicado por el sitio BuzzFeed en enero de este año, sirvió de columna vertebral para que Luke Harding, periodista de The Guardian y excorresponsal en Moscú entre 2007 y 2011, decidiera escribir Conspiración. Cómo Rusia ayudó a Donald Trump a ganar las elecciones.
Usando los contactos que hizo durante su periodo en Rusia y guiándose por el dosier de Steele, Harding desmenuzó las distintas aristas de la trama rusa “desde el lado ruso de la historia”, como explica el periodista en conversación con PUBLIMETRO.
“Esto es algo muy serio, porque lo que estamos viendo esencialmente es que Trump y su gente han recibido ayuda de un país que ha sido tradicionalmente hostil hacia Estados Unidos, ‘hackeando’ y usando inteligencia política para derrotar a Hillary Clinton”, asegura Harding. “Sin duda, es mucho más serio que el caso Watergate de los setenta”.
Una relación larga
En el libro, Harding explica cómo durante la década del ochenta, la KGB hizo contacto con Donald Trump. Hace más de 30 años, los soviéticos plantaron una semilla que terminó de germinar con la llegada de Trump a la Casa Blanca, algo totalmente inesperado para Putin y para el Kremlin, descrito como un Estado mafioso. “Creo que ellos pensaron que Trump perdería, pero que sería un candidato útil para desacreditar a Hillary, para boicotearla, para debilitar su presidencia desde el primer día”.
El libro también detalla las relaciones comerciales que Trump ha tenido con magnates, oligarcas y miembros de la mafia rusa desde los ochenta. Trump amasó su fortuna gracias a sus negocios con el hampa rusa, que usó la Torre Trump como centro de operaciones mafiosas e incluso como escondite del FBI.
También, cómo se gestó la controversial reunión entre Jared Kushner y Paul Manafort con la abogada rusa Natalia Veselnitskaya, a través de la cual el Kremlin les ofreció información “sensible” sobre Hillary Clinton en julio de 2016.
Pero no solo Trump, sino también personajes como su exasesor de campaña, Paul Manafort, y su exasesor de Seguridad Nacional, el general Michael Flynn, tienen conexiones sospechosas con Rusia.
Usando la metáfora de “un palo y una zanahoria”, Harding explica cómo Rusia usa las mismas técnicas de manipulación de la KGB para influir en personajes estadounidenses hoy en el Gobierno.
“Las personas que hoy controlan el Estado ruso son básicamente exagentes de la
“Las personas que hoy controlan el Estado ruso son básicamente exagentes de la KGB”
Luke Harding, periodista inglés, autor del libro
KGB. Tienen formación en inteligencia y seguridad, y ven el mundo de una forma particular, a través del prisma de la Guerra Fría y del de la confrontación con Estados Unidos. Putin aprendió esto desde que ingresó a la KGB en los años setenta. El aspecto ideológico ha desaparecido, ya no se trata del comunismo, pero el mensaje se mantiene”, concluye Harding.