Los wayuu en el olvido
La raza milenaria wayuu, ante tantas promesas incumplidas por parte del Estado colombiano, de los gobiernos departamentales y municipales, han dicho basta ya. Y a través de sus voceros que tienen credibilidad ante el país han venido denunciando la desidia y el abandono en que los ha tenido el Estado colombiano.
La gran prensa nacional se viene en ristre contra el bienestar familiar y muchos dirigentes de esta región de la patria contra el hambre y la desnutrición que agobia a la niñez wayuu. ¿Pero no ha sido el mismo Estado un genocida a través de la historia contra esta sección del país? ¿Contra la nación wayuu que siempre ha sido ignorada por parte del mismo Gobierno nacional?
Porque la naturaleza le es hostil e ingrata. Porque la “civilización”, que tienen al alcance de sus pies descalzos, apenas si ocasionalmente les otorga el recurso de la limosna piadosa, porque para ellos la norma del Estado es el olvido; porque la clase dirigente local y nacional solo les ha conferido el espejismo vano de una retórica incomprensible estéril. Porque en torno al indígena guajiro solo hemos podido tejer un manto de silencio genocida y ahí el país lanudo ha tenido mucho que ver en su olvido ancestral y social a lo que ha sido siempre esta región espuria de los colombianos.
Las tristezas guajiras para el indígena tienen un elemento común: la miseria absoluta, el olvido social y el abandono secular a que se ha visto sometida la población wayuu. Ese abandono repito ha sido por siglos y solamente se ha atendido su miseria con pañitos de agua tibia.
Naturalmente y, “Last but no least”, lo último, pero no lo menos importante, detrás de cada hermano guajiro está un indígena hambriento y ansioso sediento y desesperado, mísero y sin horizontes, abandonado a su suerte y sin fortuna Y marginado a su pesar, este hombre unamuniano de carne y hueso y no mera abstracción sociológica se agarra, como el náufrago, a cualquier cosa, incluso a los despojos mismo del “progreso” o como el perro de Anarkos, al umbral polvoroso de la puerta de una civilización que nada les dice y poco les trae.
Entonces para este auténtico problema, y no debemos olvidar que más vale formular el interrogante correcto que encontrar respuestas correctas a interrogantes inválidos, pensamos que solo es dable atacarlo mediante una batalla frontal y honesta contra la marginalidad del indígena guajiro. Porque el dinero que ellos debían de haber recibido por concepto de transferencias de resguardos indígenas solamente lo han disfrutado algunos de ellos con el beneplácito y el apoyo de algunos alcaldes municipales de esta región de la patria. Urge, pues, el diseño y puesta en marcha de un efectivo y pronto programa del desarrollo para, por y con el indígena guajiro.
Hay que reconocer la gestión que ha venido haciendo el representante Alfredo Deluque Zuleta con el Gobierno nacional para que por fin se construyan buenas vías de esa península desconocida como lo es la alta guajira, que ya es un hecho porque ya se cerraron las licitaciones. Obras que redundarán en el desarrollo de La Guajira y el fortalecimiento del turismo y por ende de los mismos wayuu. Por fin Colombia conocerá esa parte exótica del país.