¿Exigencias absurdas o demandas acumuladas?
He recordado, en medio de la controversia por las exigencias del Comité Nacional del Paro, a un fallecido profesor de Derecho Laboral de Barranquilla, quien recomendaba a sus alumnos que pidieran cuando redactaran una demanda. “Ustedes pidan, qué tal que les den”, decía socarronamente.
Rayos y centellas han caído sobre este comité por supuestamente pedir demasiado. Pero, el pliego tal vez podría ser mayor si consideramos las demandas acumuladas de una sociedad que ha vivido atrapada en los odios y las guerras fratricidas desde los instantes fundacionales de la República, y que en el Coeficiente de Gini no es un buen paradigma en el atlas universal. De hecho, el Estado Social de Derecho de la Constitución del 91 ha sido una mentira.
Si hiciéramos un listado de peticiones - desde La Guajira hasta el Amazonas - seguramente aparecerían miles, empezando por las medidas para aplacar el hambre y la mendicidad en La Guajira.
Sin embargo, el tema que merece más atención no es el exuberante pliego, sino el espíritu de la queja ciudadana expresada en marchas, cacerolazos, conciertos y performances como el muy impactante que brindó a finales de diciembre el teatro callejero de Medellín: ‘Colombia, un país que siembra cuerpos’ clamó por el fin de los ‘falsos positivos’. Genocidio
que no va a repetirse por una ley o un decreto presidencial. Se requiere, ante todo, plena unidad nacional en torno a la paz y el respeto a la vida.
Las protestas ciudadanas, también, deben interpretarse más allá del comité del paro, que, en mi opinión, no es exactamente el vocero reconocido por millones de colombianos insatisfechos. Esa comisión es solo el referente de un movimiento social que ha dejado atrás a los partidos y a sus líderes, y que sigue marcando tendencia fundamentalmente por la juventud y los artistas.
Las protestas populares siempre hay que leerlas en su implícito mensaje. En el Mayo Francés del 68, verbigracia, circularon consignas maximalis tamente inviables como “la abolición de la sociedad de clases”, pero la esencia de ese fenómeno complejo (y un poco difuso) fue el grito de una sociedad democrática para la cual no era suficiente la prosperidad económica: eran muy importantes, igualmente, las libertades. Este movimiento, que nació entre los estudiantes y contagió luego a millones de trabajadores, fue capaz de asustar a uno de los líderes políticos más sobresalientes del siglo XX: Charles De Gaulle.
A los 104 puntos del comité del paro, yo le agregaría la transformación de Colombia en un Estado Federal. Un país concentrado en Bogotá es un persistente desatino que ha causado los desequilibrios regionales. Somos una nación de apenas 200 años, lo que es nada frente al larguísimo recorrido histórico de la humanidad. ¿Por qué resistirnos, entonces, a cambiar el modelo de Estado? Si hay voluntad política todo es posible.