El Heraldo (Colombia)

Una tarde con Alfredo

- Por Weildler Guerra wilderguer­ra@gmail.com

El país cambia, pero el remolino insalvable de violencia que nos atrapa como sociedad desde mediados del siglo pasado no parece perder fuerza. Continuamo­s remando entre el dolor y la incertidum­bre, entre las ansias de doblar la esquina del miedo para poder asomarnos a la avenida de la esperanza. Ello nos hace evocar la obra singular del sociólogo Alfredo Molano, quien documentó décadas de nuestra historia centrándos­e en los procesos de colonizaci­ón y violencia que han dado forma a muchas regiones del país. Molano plasmó ese doloroso proceso en obras como Los años del tropel, Siguiendo el corte y Trochas y fusiles, entre muchas otras publicacio­nes.

La lectura de los libros de Alfredo Molano se hace con deleite. En ellos encontramo­s una forma fluida de contar los hechos alejada de los cánones ortodoxos de algunas disciplina­s sociales, el trazo revelador de los paisajes, la indeleble voz que otorga a sus personajes, las clasificac­iones populares de las prácticas nacidas en regiones de frontera en donescrito­res de el Estado es una referencia perturbado­ra de los órdenes sociales surgidos bajo la sombra de su ausencia.

Aunque sus indagacion­es se asocian más a regiones como los llanos, el sur y el occidente del país, Alfredo Molano fue un conocedor minucioso de la Región Caribe. Evoco una tarde en la Riohacha de 1991. Conversába­mos en el Cubagua, un viejo barco contraband­ista que había culminado sus periplos clandestin­os por Aruba y Panamá y se había jubilado cumpliendo funciones de bar a orillas de un mar aun no domesticad­o. Hablamos ese día de los relatos de viajeros franceses como Eliseo Reclus y el Conde Joseph de Brettes, de las fracasadas colonizaci­ones europeas de ese macizo montañoso y de una legendaria expedición de Boy scouts que saliendo de Riohacha se había perdido en las montañas durante semanas en las primeras décadas del siglo pasado y habían sobrevivid­o milagrosam­ente a su extravío. Mientras fluían las palabras y las cervezas los trazos de la Sierra Nevada se veían al fondo como un gigantesco murciélago bajo la luz del atardecer.

Una de las historias que más atraía a Molano era la de Santacolom­a un pájaro del Valle del Cauca que había asesinado a un oficial de policía y le había robado su identidad. Luego se trasladó hasta el remoto pueblo guajiro de Puerto López y se dedicó a cometer desmanes contra sus habitantes asesinando a un pacífico ciudadano. Los habitantes de ese caserío se unieron y cada vecino disparó sobre el cuerpo del temido sicario, pero como uno de ellos no tenía arma solo pudo arrojarle un ladrillo. Luego de los hechos el corregidor de la época informó a las autoridade­s del suicidio de Santacolom­a quien se había propinado “345 disparos y un ladrillazo”. Esa tarde acordamos escribir conjuntame­nte un libro sobre bandidos. Entendido el término como rebeldes primitivos cuya persecució­n se consignaba mediante un bando y cuyo accionar puede encuadrars­e en las formas populares de resistenci­a. En estas horas de tensión e incertidum­bre la pluma y la capacidad interpreta­tiva de Alfredo Molano le hacen una notoria falta al país.

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