Sí, por supuesto
Imposible guardarse la opinión sobre la marcha y paro convocados para mañana por distintas organizaciones de todo tipo. La mía, dispuesta a toda discusión argumentada y sin ninguna intención pontifical, es que el derecho a la protesta ciudadana es fundamental e indispensable en cualquier democracia mínimamente decente. De hecho, lo que está por verse mañana es, precisamente, si lo de aquí es democracia; y ya veremos si decente.
Razones para protestar hay muchas. La sensación de desgobierno que producen los vaivenes del ejecutivo, liderado por un titubeante presidente que no parece aún creérselo, rodeado de ministros con poco o nulo carisma o disciplina de gregarios, una vicepresidenta tan locuaz para hablar del vecindario y tan discreta para referirse a lo suyo; todo en medio de una pobrísima labor de comunicaciones, hacen de Duque y su gabinete tripulantes fantasmas de un barco sin rumbo. A lo anterior sumemos la percepción de que el presidente está atado al humor del senador Uribe y su venido a menos partido de áulicos, esos que pagan con gritos las curules que les regalaron con votos ajenos.
La propaganda negra que han querido hacer circular alrededor del paro, con el cuco del castrochavismo y el Foro de Rio (seguro estoy que muchos de los que repiten ese cuento no tienen ni idea de lo que es ese Foro), no parece haber hecho mella en una empoderada ciudadanía. Por el contrario, a los ataques del miedo se anteponen argumentos y se mantiene el foco en lo realmente importante, que no es otra cosa que llamar la atención masivamente sobre la mayoría de edad de una sociedad que se cansó de que la amenazaran con la correa. Esto es hablando, dando y recibiendo respeto.
Ante el miedo que quieren generar, imprescindibles son dos cosas: Que la marcha sea pacífica, respetuosa de la propiedad pública y privada, respetuosa del disenso, que rechace de plano cualquier mínimo intento de dentro o de fuera por invalidarla, que sea vigilante ante cualquier asomo de violencia endógena o infiltrada. No se puede permitir que los grupúsculos que viven de la guerra a ambos lados del espectro se apropien de la voz de una mayoría que se aburrió de la visión prehistórica belicista con que algunos quieren anquilosar el presente y futuro del país.
Y la otra cosa es pedir de manera enfática a las autoridades que protejan el derecho a la protesta, que velen por la seguridad de todos, que no se dejen provocar. Si las autoridades cumplen con su labor y entre todos protegemos a la marcha de los llamados de los violentos, vamos a crecer como país. El primer acuerdo debe ser ese: Rechazar la violencia, venga de donde venga.
La de mañana es una marcha contra el miedo y la mentira como forma de vida. Al miedo se le enfrenta con la frente en alto y la cara descubierta. Ojalá el presidente lo entienda así, y ojalá él también decida liberarse de la fusta que lo oprime. Quien quita…