Goce carnavalero…
Desde la Colonia existieron fiestas populares –como el Carnaval en Cartagena– que fueron traídas por los españoles al Nuevo Mundo. Estas fueron cediendo paso a fiestas más notorias y celebradas como la Fiesta de la Candelaria y las del 11 de Noviembre en Cartagena. El historiador Adolfo Meisel Roca estima que esta situación dio pie para el traslado a Barranquilla del Carnaval y su establecimiento definitivo en el siglo XX.
En nuestra ciudad el jolgorio se vive de distintas maneras, dependiendo de los gustos de propios y extraños. Se gozan el Carnaval los visitantes nacionales, internacionales y locales que siempre caen para la época. Los actores y gestores del mismo piensan las fiestas durante todo un año, armando disfraces, buscando patrocinios, ‘craneando’ coreografías y el entusiasmo, motor de sus iniciativas, se prende desde mucho antes de que estas comiencen; las y los artesanos recrean sus diseños, esmerándose cada vez más por ofrecer lo mejor de su despensa artística; así como las modistas, los estilistas, maquilladores, grupos de millos, papayeras y todo el que vive y goza la fiesta, constituyéndose esto en motor impulsor de la economía.
Pero, no todos sienten el placer de gozarse cada evento, sino que más bien prefieren pasar esta fiesta disfrutando de unas vacaciones con destinos varios, lejos del retumbe de los millos y los éxitos musicales carnavaleros de siempre. Por el contrario, hay muchos que se pierden en estos días, rumbean, gozan y aparecen con la muerte de Joselito con los bolsillos limpios y pidiendo a gritos un sancocho de guandú o trifásico para pasar el guayabo.
Algunos políticos se dan ‘la rodadita’ para untarse de la gozadera del Carnaval y –porqué no– para medir el termómetro de aceptación que la Costa tiene de sus ‘programas’. Hay que ponerles bien la lupa porque algunos se la dan de ‘vivos’ y promueven propaganda electoral durante los desfiles, afinando la estrategia ‘agarra votos’.
La burla, la creatividad y la ironía de muchos costeños no se hace esperar, cuando disfrazados recrean la realidad que nos castiga. Los disfraces satíricos alusivos a sucesos de la actualidad, motivo de hilaridad colectiva, causan gran expectativa cada año. El Carnaval de la sabrosura, como dice nuestra reina, es un tributo a la ciudad en lo que respecta a su cultura, costumbres y tradiciones que siempre han sido en paz.
Ojalá que ese clima se mantenga para el bien de las carnestolendas. Los recientes episodios que enlutaron a algunas familias de la ciudad tienden a enrarecer el ambiente. La seguridad, particularmente en esta urbe, se debe reforzar, y la solidaridad, el espíritu pacífico y la alegría –a pesar de todas las dificultades que tenemos en el día a día– se deben custodiar para que no se vean desplazadas por actos tan irracionales que atentan contra el legado cultural que ‘la Arenosa’ ofrece a la humanidad y el goce que ¡sanamente despliega!