Desarme: ¿quién gana?
Antes de la entrega de armas que se está cumpliendo en estas semanas, había ocurrido el silencio de esas armas. La reducción del número de muertes violentas clasificó a Colombia entre las cinco naciones del mundo que redujeron el número de muertes. Es un logro que redunda en tranquilidad para los campesinos y que augura el nacimiento de una manera de vivir.
Pero no se ve todavía si llegamos a salir de la calificación de séptimo país del mundo al que más le cuesta la violencia que, hoy por hoy, consume el 30% de nuestros producto interno bruto (PIB), un equivalente a un impuesto anual de 2.919 dólares por persona. Otro cálculo escalofriante revela que desde 1964 el costo del conflicto armado ha sido de 2.724 billones.
Colombia, en efecto, aparece en el puesto 147 entre los países más violentos del mundo. Está en un nivel similar al de Palestina y al de Nigeria, que son los países 148 y 149 en una lista en que los más violentos son Siria, Sudán del Sur e Irak, que ocupan los puestos 161, 162 y 163.
Esos son datos de vergüenza que pueden quedar atrás con esta entrega de armas, un hecho que viene a ser algo más que un cese al fuego y que muestra una voluntad de paz tan consistente que difícilmente se puede hacer trizas.
Aquí las comparaciones son reveladoras: es una decisión más sólida que la de la entrega de armas de los paramilitares que hoy podemos evaluar por sus frutos. Aquella fue una entrega de armas tramposa que no contó con una voluntad de paz, que nunca existió. El Tribunal de Justicia y Paz en un fallo conocido esta semana dejó al descubierto la verdadera cara de ese grupo armado, ahora en mutación con grupos como ‘los Urabeños’ o las bacrim. Las AUC no fueron otra cosa que una asociación de matones con intereses propios que libraron entre sí 26 guerras entre 1993 y 2005 por el control de rentas ilegales como el narcotráfico y la minería, anota en su informe el Tribunal, que anota, además, el contraste entre las desmovilizaciones que se hicieron en un día, con las de las AUC que demoraron 960 días. El fallo del Tribunal agrega: “este tiempo es cinco veces mayor al preestablecido por el gobierno y las Farc”.
Las Farc hasta ahora no han hecho de su entrega de armas un espectáculo mediático que transmita la imagen de un grupo armado vencido que rinde sus armas al vencedor. Como fue constatado de tiempo atrás, ni el Ejército venció a la guerrilla, ni esta triunfó sobre el Ejército. Fue un equilibrio de fuerzas que se resolvió con los acuerdos de La Habana, sobre los que dominó un espíritu de paz parecido al que tuvieron los convenios de paz de los romanos y que les permitieron fundar el mayor imperio del mundo de su tiempo. Decía la filósofa Hannah Arendt: “una vez finalizada la guerra, los romanos no se retraían sobre sí y su gloria, sino sobre el hecho de lo nuevo que habían obtenido, un nuevo ámbito político en el que los enemigos de ayer se convertían en los aliados de mañana”.
Es lo que parece augurar la entrega de armas a la que estamos asistiendo.