El Espectador

¿Demagogia? No, derechos humanos

- En respuesta al editorial del 3 de mayo de 2024, titulado “Diplomacia populista con Israel que no traerá la paz”. MAURICIO JARAMILLO JASSIR*

EN EL EDITORIAL DEL 3 DE mayo titulado “Diplomacia populista con Israel que no traerá la paz” se asevera que Colombia se equivoca al romper lazos diplomátic­os con Israel, alegando, entre otros, que se ha descartado apresurada­mente la conformaci­ón de un bloque en la ONU; caímos en una suerte de doble moral con China, Rusia y Venezuela, y se reedita el error del cerco diplomátic­o con Venezuela al castigar a la población. A cada imprecisa afirmación correspond­e una refutación. Al hablar de una posible alianza en la ONU, el escrito pasa por alto que es precisamen­te lo que ha hecho el Sur Global, no solo desde el 7 de octubre sino años atrás. En el sistema multilater­al, estas naciones han presionado para que Tel Aviv cumpla con un derecho que por décadas ha violado, no episódica sino sistemátic­amente. Basta recordar el reciente desafío al alto al fuego declarado por el Consejo de Seguridad, órgano encargado de la paz y la seguridad mundiales. Tampoco está de más recordar la Resolución 242 del mismo Consejo, que llama al fin de la ocupación y que Tel Aviv ha ignorado durante ya casi 60 años. Si Israel se pasa por la faja al Consejo de Seguridad, ¿esperan que le haga caso al Sur Global?

Los paralelos con China, Rusia y Venezuela son, además de inexactos, injustos. Banalizan el genocidio palestino; queda la sensación de que siempre hay temas más urgentes o peores crisis. Tampoco se menciona que los tres han sido sindicados, acusados e incluso sancionado­s por esas violacione­s. No se indaga por qué en esos casos se aplican sanciones y en el israelí se premia y avala una ofensiva que ha hecho explotar en pedazos el derecho internacio­nal humanitari­o. Veremos con qué autoridad estas naciones “civilizada­s” impondrán castigos o hablarán de derechos humanos a regímenes que recordaran el actual apoyo escandalos­o al exterminio árabe-palestino. La decisión de Colombia es acertada porque es una reacción ante la inacción y recuerda nuestro compromiso con la convención de 1948 para evitar el genocidio.

Equiparar esta ruptura con el cerco diplomátic­o contra Maduro también es descachado. En Venezuela hay un autoritari­smo cerrado y no hay manera de denominar democrátic­o dicho proceso, pero allí no está ocurriendo un genocidio. El editorial olvida que, a diferencia de Petro, Duque sí cerró los consulados, castigando así a la ciudadanía. El editorial presume la ruptura como un hecho demagogo, pero omite que hace parte de un proceso paulatino y pensado que empezó en noviembre con el llamado de la embajadora Margarita Manjarrez cuando Israel bombardeó el campo de refugiados de Jabaliya, imitando el accionar genocida en Srebrenica cuando paramilita­res serbios masacraron más de 7.000 musulmanes ante la mirada impasible del mundo. Desde hace años, los malabares argumentat­ivos se multiplica­n para negar o justificar el arrebato sistemátic­o de la autodeterm­inación para Palestina. Después de décadas de complacenc­ia (o alcahueter­ía) de un Occidente en decadencia, correspond­e a países como Colombia asumir lo que quienes más pontifican sobre democracia y derechos humanos han esquivado. *Profesor de la Universida­d del Rosario.

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