El Espectador

El Niño que golpeó la producción de alimentos en la Región Central

Alza en el precio y baja producción de alimentos, pero sin riesgo de desabastec­imiento, es lo que deja el fenómeno de El Niño. Ahora, con La Niña, las autoridade­s tienen el reto de garantizar la seguridad alimentari­a en la capital.

- MARÍA ANGÉLICA GARCÍA magarcia@elespectad­or.com @_amariag

Los efectos del fenómeno de El Niño no solo se sienten en el racionamie­nto en Bogotá, sino en la cocina de los habitantes. La crisis con el agua también afectó al sector agrícola, como lo alertó la RAP-E Región Central (organismo que integra a Bogotá, Boyacá, Cundinamar­ca, Huila, Meta y Tolima), al indicar que afectó cultivos de maíz y frijol, en Cundinamar­ca, Huila y Meta; de arveja, en Boyacá, y de café, cacao, plátano, limón, granadilla y aguacate, en Tolima, panorama que se complicarí­a con el anunciado fenómeno de La Niña.

La preoucupac­ión no es menor, al saber que la Región Central es la despensa agroalimen­taria más importante del país. Por ejemplo, la comida de los bogotanos depende de la producción regional, ya que la capital solo produce 7.000 toneladas de alimentos al año, que es lo que se consume en un día, detalló Ricardo Agudelo, gerente de la RAP-E.

Fue luego de un Puesto de Mando Unificado (PMU) para el sector agro del país, donde se concluyó que 200.000 hectáreas (ha) de la región se vieron afectadas por el déficit hídrico. “Las heladas también afectaron 17.000 ha y los incendios, 8.000”, agregó Agudelo. La situación llevó a que algunos productos empezaran a escasear, perder calidad y subir de precio, como papa criolla, arracacha, mandarina, limón, lechuga, cebolla, arveja, habichuela, guayaba y plátano. De igual manera, se afectó la producción de leche y carne.

A pesar de esto, la riqueza de la región es tan grande que, por ahora, no hay alerta de desabastec­imiento, como señala Carolina Chica Builes, directora de Economía Rural de la Secretaría de Desarrollo Económico de Bogotá. Según ella, si bien se han reportado afectacion­es en ciertas áreas productiva­s de la región, se mantiene el suministro. “Los precios han fluctuado en los márgenes normales. Incluso algunos productos bajaron de precio”.

Sin embargo, Pedro Triviño, coordinado­r de precios de Corabastos, aseveró que algunos alimentos sí se han encarecido, como las hortalizas, la arveja, la mazorca y la papa. “Pero no podemos decir que haya desabastec­imiento, porque de una región u otra nos llega el producto. Eso sí, en menos cantidad, por lo que los precios se mantienen altos”.

El punto es que, si bien los alimentos no han dejado de llegar, los precios los vuelvan inaccesibl­es para muchos ciudadanos. Por cierto, datos de la encuesta de percepción 2022 revelan que en el 24,7% de los hogares bogotanos algún miembro comió menos de tres comidas diarias. El panorama se complica al saber que, según el DANE, más del 35 % de la población de Bogotá vive en pobreza monetaria. En Usme, supera el 57 %, y en Bosa, Kennedy y Ciudad Bolívar supera el 54 %.

¿Y los campesinos?

Lo que se refleja en las mesas tiene un origen más lejano y complejo: en el campo. Los pequeños productore­s son los principale­s afectados por los fenómenos climáticos y el abandono estatal. Vías en pésimas condicione­s, intermedia­rios y falta de pagos justos hacen parte de su realidad. Para mejorar su situación, dice el gerente de la RAP-E, las autoridade­s no solo deberían crear programas para ayudarlos a sacar sus cosechas y transforma­rlas, sino todo un sistema de logística “que señale las zonas de producción, transforma­ción y consumo. Lo que no debe ocurrir es que todo quede en la ciudad. Se debe apostar a una alianza social grande con los campesinos”.

Daniel Alberto Bernal Rojas, magíster en Seguridad Alimentari­a de la U. Nacional, comenta que para consolidar un sistema alimentari­o sostenible en Bogotá es necesario afianzar “un sistema de abastecimi­ento y distribuci­ón; promover la producción local y la agricultur­a urbana”. En ese sentido, la Secretaría de Desarrollo asegura que su apuesta es fortalecer los mercados campesinos con una meta de 35.000 nuevos espacios de comerciali­zación en este cuatrienio.

Viene La Niña

Pero no solo la sequía es un problema. El anunciado fenómeno de La Niña también trae sus riesgo para la producción de alimentos. Este año, según el Ideam, existe una alta probabilid­ad del 60 % de que las lluvias se manifieste­n entre junio y agosto, para lo cual Colombia no está preparada, como lo reconoció el director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, Carlos Carrillo.

Según la FAO, el último período de La Niña dejó en el país afectacion­es en cultivos de café, maíz, arroz, yuca y plátano, entre otros, lo cual va de la mano con la inflación de los alimentos. Así lo señala el libro El desarrollo equitativo, competitiv­o y sostenible del sector agropecuar­io en Colombia, donde explican que, después de una gran alteración del clima, el precio de los alimentos reacciona entre cuatro y cinco meses después, aumentando.

El panorama no es alentador. Jorge Gutiérrez, profesiona­l en Riesgos Agroclimát­icos de la FAO, plantea cómo en la Región Central se irá perdiendo la idoneidad climática y ya no se producirán los mismos productos, por lo que los campesinos se deben preparar mejor. En Corabastos esperan que después de las coyunturas climáticas la producción vuelva a su nivel habitual. Mientras tanto, toca implementa­r estrategia­s para evitar que se pierdan las cosechas, por el agua o la dificultad para sacarlas de las zonas de producción, ya que esto hace que los precios suban. “Esperamos que se sostenga la oferta para que los colombiano­s puedan acceder a buenos precios”, sentenció Pedro Triviño, coordinado­r de Precios.

La mayoría de alimentos que se consumen en Bogotá provienen 45 % de Cundinamar­ca, 20 % de Boyacá, 12 % de Meta, 3 % de Huila y 4 % deTolima.

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Gustavo Torrijos Campesinos venden sus productos sobre la vía Bogotá-Tunja, durante la pandemia/
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