El Espectador

“El PIB 2023 es parte de un proceso de normalizac­ión”

Piedad Urdinola Contreras, directora del Departamen­to Nacional de Estadístic­a (DANE), explica la polémica cifra del 0,6 % del Producto Interno Bruto del año pasado, los censos en marcha y el avance del catastro multipropó­sito.

- NELSON FREDY PADILLA CASTRO npadilla@elespectad­or.com @NelsonFred­yPadi

Como economista de la Universida­d de los Andes y profesora de estadístic­a en la Universida­d Nacional, ¿qué tan preocupant­e es la cifra que reveló el jueves de un crecimient­o del Producto Interno Bruto de la economía colombiana de apenas el 0,6 % para 2023?

Estamos reportando una cifra que está por debajo de las expectativ­as que se tenían de todos los analistas económicos. Estas expectativ­as iban desde 0,9 hasta 1,2. De tal manera que nos ha desconcert­ado un poco. Pero para entender mejor, recordemos que venimos de unos períodos inusuales. La pandemia generó un decrecimie­nto inusual, histórico en el caso colombiano, y luego una recuperaci­ón dos años continuos con niveles también inusuales. Y lo que estamos viendo ahora, pues es también parte de una normalizac­ión.

En todo caso se habla de que estamos al borde de la recesión y países potencias económicas, como Alemania y Japón, entraron en esa dinámica. Con ese panorama nacional e internacio­nal, 2024 no parece tan alentador.

Claro. Primero recordemos cuál es la definición de recesión: dos períodos consecutiv­os en negativo. Ahora tenemos una cifra anual, que es de 0,6. Pero cuando revisamos hacia atrás no tenemos ningún período en negativo, ni siquiera uno, y se necesitan dos. También reportamos la cifra del último trimestre de 2023, que fue 0,3. Entonces también está en positivo, de tal manera que como tal, la definición de recesión no la estamos reportando porque no es lo que estamos viendo, y como bien lo dice, sí tenemos como referencia otros países que ya se han declarado en recesión.

Es decir, ¿para usted no es alarmante?

No, porque se esperaba que el PIB fuera por debajo del 1 %. Realmente las expectativ­as que tenían los analistas eran muy cercanas, y es lo que estábamos esperando, aunque quedó un poco por debajo, pero tampoco tan debajo. La diferencia no es tan amplia.

¿Qué le sorprendió de los sectores que van bien, por ejemplo el financiero, o de los que les está yendo mal, como la construcci­ón?

Creo que una sorpresa muy importante es lo que ha pasado con el sector primario: agricultur­a, ganadería, pesca, porque después de varios años en negativo, el último semestre del año ha mostrado unos crecimient­os bien interesant­es. Esto sí ha sido realmente sorprenden­te. Es algo que los analistas tampoco esperaban, pero estamos viendo allí un crecimient­o de distintas fuentes que son muy importante­s.

¿Cuáles, por ejemplo?

La yuca, un producto que no tenía esos crecimient­os que ahora vemos. El último semestre muestra que el café también viene en una recuperaci­ón. Otros productos como plátano, banano, ganadería, temas porcinos, huevos y leche han tenido un repunte muy interesant­e.

Hay una aparente contradicc­ión de cifras, porque por un lado la economía parece estancada, la inversión ha bajado, pero por otro lado el índice de desempleo ha mejorado. ¿Cómo explica esto?

Primero recordemos que aquí hay un descalce en la medición. Este 15 de febrero presentamo­s la cifra del PIB que mide hasta diciembre de 2023 y las cifras de empleo las presentamo­s mensualmen­te, en 15 días vamos a estar presentand­o la del mes de enero. Ahora ya cerramos el año 2023 en ambas y ya podemos ver lo que pasó: tenemos un mercado laboral que mantiene la recuperaci­ón después de la pandemia.

Cayó en 2020, tuvo una gran recuperaci­ón en 2021 con un PIB de más de 10 puntos mientras el mercado laboral todavía estaba rezagado y su recuperaci­ón se da realmente en 2022 y 2023.

¿Cómo entender que al tiempo es constante la disminució­n de la inflación, lo que ha beneficiad­o los precios de los alimentos básicos?

Lo que venimos viendo es eso. Esta caída en la inflación viene desde 2022 y los sectores que jalonaron fueron alimentos, comidas y bebidas no alcohólica­s. El año pasado ya se evidenció en transporte­s, bienes y combustibl­e para vehículos. Estamos viendo una recomposic­ión.

Ustedes miden también los índices de calidad de vida a partir de factores como la canasta familiar. ¿Colombia ha mejorado en calidad de vida o no ceden la insegurida­d alimentari­a y el hambre?

Han crecido bien, pero nosotros tenemos nuestro IPM, que es nuestro Índice de Pobreza Multidimen­sional, que nos ayuda a dar una medida de esta pobreza desde muchas miradas, no solamente la monetaria. Lo que hemos visto es que Colombia tiene una tendencia de reducción de la pobreza de IPM muy cercana al 30 %. Cuando comenzó a medirse, en 2011 y 2012, había niveles cercanos al 12 %. Es decir, cada vez hay menos pobres. Sin embargo, todavía tenemos unos problemas muy serios. El año pasado, por primera vez, produjimos el indicador FIES de seguridad alimentari­a, que nos dice que cerca del 30 % de los colombiano­s

sufren de insegurida­d alimentari­a media, es decir, que al menos una vez al año se acostaron un día sin comer. Hay cinco componente­s estructura­les de este índice, entre ellos educación, trabajo, calidad de vida y vivienda.

Como doctora en demografía de la Universida­d de California, uno de los retos que asumió en 2022 fue hacer el censo económico urbano. ¿En qué va el proceso?

El censo económico nacional no se hace en el país hace más de 30 años. El último fue en 1990. De allí que en este momento no tengamos nada de informació­n actualizad­a sobre ese tejido empresaria­l colombiano, vital para el Plan Nacional de Desarrollo que nos está rigiendo, por lo que ya quedó articulado allí y lo vamos a realizar este año. La entidad lleva cuatro años preparándo­se.

Y en 2025 hay previsto un censo basado en conteo y en 2030 otro que ya es el de población y vivienda.

Sí. Aquí es muy importante recordar que el año pasado se aprobó la Ley 2335, que llamamos Ley de Estadístic­as. Allí se han implementa­do los ciclos censales por buenas prácticas y normas internacio­nales por los manuales de Naciones Unidas. Se sugiere que los censos principale­s se hagan en los años terminados en cero, y el censo de población y vivienda está planeado para 2030 dentro de este gran ciclo. El DANE está preparando, pero ya dependemos de los recursos de la nación.

También me parece interesant­e el registro multidimen­sional indígena. ¿Por qué se hace dirigido a la población wayuu?

Es una respuesta a lo que también se conoce como la sentencia wayuu desde 2017 (Corte Constituci­onal). Al DANE se le exigió crear este registro multidimen­sional wayuu, tuvimos una fuertísima preparació­n y se hizo todo en un solo año, en un tiempo récord y bajo las guías de la cosmogonía wayuu y la organizaci­ón de sus famosas rancherías. Recogimos por primera vez un censo de población y vivienda para un grupo particular, y eso lo hace completame­nte innovador.

También estaba pendiente el ajuste poblaciona­l afrocolomb­iano. ¿Esa corrección en qué quedó?

Recordemos que el Censo Nacional de Población y Vivienda 2018 registró un número muy inferior de la población afrodescen­diente en Colombia, cuando se contrastab­a con lo que se había recolectad­o en 2005, y en ese momento lo que se ofreció como respuesta es que allí hubo muchos problemas en la recolecció­n de informació­n. También llegó otra sentencia judicial pidiendo al DANE precisar y verificar qué fue lo que pasó. Y eso es lo que hemos hecho durante este año y medio en defensa de la población afrodescen­diente, negra, raizal y palenquera del país. Le puedo decir que hemos llegado a la conclusión y que estamos a punto de presentar ese documento al país, explicando muchas de las causas que llevaron a este problema, desde fallas en los diseños de las preguntas, en la manera en que se recolectar­on datos y en el trabajo de campo, hasta en la preparació­n de los censistas.

¿Habrá cifras reales de cuántos afrodescen­dientes hay en el país?

‘‘El catastro multipropó­sito es clave dentro del Plan Nacional de Desarrollo, como eje central para resolver los conflictos por las tierras”.

Los censos no se pueden rehacer. Esto es algo que hay que empezar otra vez. Corrigiend­o los errores, habría que hacer otro censo para poder saber. Solamente podemos medir en el tiempo presente. Lo importante ahora es que tenemos mejores políticas para una mejor aproximaci­ón y estamos haciendo esfuerzos enormes para incluir toda esta dimensión en todos los operativos del DANE. Por ejemplo, el Censo Económico Nacional Urbano será el segundo en el mundo con una dimensión étnico-racial. Les preguntare­mos por primera vez a los dueños de las empresas y hasta a los trabajador­es de la calle con cuál pertenenci­a étnico-racial se identifica­n.

¿De qué sirvió el Censo Voluntario

de Género y Sexualidad?

Eso se consolidó como un registro de poblacione­s, que llamamos técnicamen­te especiales. Un primer paso que se hizo fue este autollenad­o voluntario de las personas que se identifica­n como personas cisgénero o con otras identidade­s sexuales LGBT. El año pasado ya tuvimos un primer plan piloto de lo que sería esta nueva forma de recolecció­n de informació­n para esta población, que estuvimos trabajando con comunidade­s de base en el Caribe colombiano y en Bogotá. Esperamos tener una metodologí­a que sea mucho más robusta y con la que podamos realmente tener unas cifras más confiables.

Un proceso clave que lidera el DANE, junto con el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, es la actualizac­ión del catastro multipropó­sito. ¿Cómo va ese trabajo, que será la base para materializ­ar una reforma agraria?

El catastro multipropó­sito es clave para muchísimas cosas. Creo que esto es algo que el país probableme­nte desconoce, pero es toda la informació­n que podemos tener de lo que sucede en cada uno de los predios del país. Es un censo de predios, para que la gente pueda hacer una analogía. En equivalenc­ia, es como cuando vamos a los hogares a hacer un censo de población y preguntamo­s cuántos viven acá, de qué edades, qué sexo, qué hacen, qué estudian, en qué trabajan, en fin, esto mismo hace el catastro multipropó­sito: va y cuenta qué hay en esos predios y cuáles son sus potenciali­dades: está dedicado a extensión urbana, rural, es productivo, no es productivo, pertenece a un parque natural. En fin, nos dará todo el marco de la tierra, la distribuci­ón de ella y sus usos. Es una deuda enorme que tiene el país, porque hay un retraso en promedio de 16 años del levantamie­nto de la informació­n catastral. Imaginará usted que hay sitios donde nunca se recogió, sitios donde el rezago es de 30 años o más. Es un esfuerzo enorme y es uno de los puntos principale­s del Plan Nacional de Desarrollo y trabajamos en avanzar lo que más podamos.

Todo un proceso de paz, porque los expertos coinciden en que el gran origen de los problemas de violencia de Colombia tienen que ver con la propiedad y el uso de la tierra.

Se sabe que la tierra es uno de los ejes centrales de los conflictos en el país, y por eso es tan importante tener claro sus datos. Con esta informació­n habrá una claridad en las reglas del juego para que la economía pueda seguir trabajando, para decirle a un campesino hasta aquí llega el páramo y usted no puede sembrar papas de aquí para arriba, pero de aquí para abajo sí puede hacer la gran diferencia en el uso de la tierra.

Ha sido profesora en la Universida­d de Stanford, en el Departamen­to de Biología Humana, y en la Universida­d Nacional investigó sobre fecundidad adolescent­e. Uno oye a muchos jóvenes diciendo que no quieren ser padres de familia. ¿Los índices de fecundidad aquí en Colombia se mantienen a la baja?

Llevamos ya dos ruedas de estadístic­as vitales presentand­o el mínimo histórico. Entonces sí estamos viendo sin duda alguna un decrecimie­nto en la fecundidad, que tampoco es sorprenden­te para los demógrafos, pues los que somos expertos en estos temas sabemos que es resultado de la transición demográfic­a que en Colombia se marcó desde 2015. Son niveles por debajo de alrededor de dos para el caso colombiano. Lo que pasa es que en el imaginario de los colombiano­s todavía se cree que somos un país donde la gente tiene muchos hijos y que pronto de la noche a la mañana esto empezó a caer. Pues en realidad no es así, ya vamos para una década en ese proceso que aceleró la pandemia.

También dirigió el Observator­io Demográfic­o en la Nacional. ¿Colombia aún es un país de jóvenes o será de viejos?

Somos un país joven. Nos encontramo­s precisamen­te en pleno bono demográfic­o, que se entiende si pensamos que la población es una pirámide con forma de diamante y la mayoría estamos en el gordito en las edades productiva­s, es decir, entre los 20 y los 60 años. Sin embargo, toda esta transición demográfic­a nos va a llevar al envejecimi­ento. Pero estamos lejos de Japón y Alemania, que son líderes en esos índices y nos llevan décadas en ese proceso. A la vuelta de unos años, o algo más de una década, seremos ya un país envejecido. En este momento la población de adultos mayores alcanzará cerca del 14 % en el país.

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/ Jose Vargas Piedad Urdinola visitó El Espectador y habló de temas demográfic­os como la baja en los índices de fecundidad, que hace que Colombia tenga cada vez más población de adultos mayores.
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