El Espectador

La naturaleza y nosotros en contravía

- JUAN PABLO RUIZ SOTO

MUCHOS EXPERTOS HAN DICHO QUE el Pacto Climático de Glasgow es un paso en el sentido correcto. Eso es verdad, solo que como planeta nos estamos desplazand­o sobre una banda que va en sentido contrario y a mayor velocidad. Si no nos exigimos y cambiamos, el fin de la banda nos llevará al abismo. El cambio debe iniciar con cada uno; incluir a vecinos, compatriot­as y gobernante­s, y estar acompañado de políticas públicas, acuerdos multilater­ales y acciones coercitiva­s a escala global, para que tenga impacto.

El planeta camina sobre piernas y pies de muy diversos tamaños, donde los grandes correspond­en a los países del G20 que generan el 85 % del total de las emisiones de gases efecto invernader­o (GEI). En 2019, según Rhodium Group, la contribuci­ón de China a las emisiones fue del 27 % y la de EE. UU., del 11 %. Si consideram­os las emisiones acumuladas para el período 1850-2021, según datos de Carbon Brief, las de EE. UU. son casi el doble que las de China. Los países más contaminan­tes tendrán que aumentar su grado de compromiso o “ambición”, bajar el consumo de hidrocarbu­ros y hacer mayores transferen­cias a los países de menor ingreso y mayor vulnerabil­idad. En las listas de países más contaminan­tes Colombia no aparece, algo relevante para las políticas públicas y las negociacio­nes asociadas a justicia climática.

Los compromiso­s adquiridos por Colombia no se relacionan adecuadame­nte con el principio de responsabi­lidad común pero diferencia­da. No hemos exigido aporte financiero, transferen­cia gratuita de tecnología ni adecuada compensaci­ón por los servicios ecosistémi­cos de nuestros bosques. Si no hay transferen­cias internacio­nales, no lograremos cumplir los compromiso­s.

Para avanzar, Colombia debe moverse en la línea de mayor costo-efectivida­d, iniciar enfrentand­o la deforestac­ión (que hoy representa el 30 % de las emisiones) y reducir las emisiones de metano (14 % del total), asociadas a la ganadería extensiva. Conservar y restaurar nuestros bosques, disminuir el área en ganadería extensiva y transforma­rla a sistemas silvopasto­riles para fijar carbono, reducir emisiones de metano, mejorar la regulación climática y preservar la biodiversi­dad son tareas que requieren determinac­ión política y grandes recursos financiero­s.

Necesitamo­s recursos para la reconversi­ón de nuestra economía. Las mediciones satelitale­s que se empiezan a hacer de los GEI y el compromiso firmado por el Gobierno de reducir en 30 % las emisiones de metano significan mayores controles a la explotació­n de hidrocarbu­ros y quizá limitar o suspender la expectativ­a de usar fracking.

Para compensar la disminució­n de las exportacio­nes de carbón en el corto plazo y las de petróleo en el mediano, que disminuirá­n el ingreso de recursos públicos necesarios para las acciones climáticas, debemos asegurar compensaci­ones internacio­nales por fijación y retención de carbono en nuestros bosques, garantizan­do el beneficio directo para sus habitantes, gestores de servicios ecosistémi­cos de regulación climática. El precio internacio­nal de la fijación y retención de CO2 por los bosques está subiendo y Colombia debe ser cuidadosa en cómo usar este potencial, revisando y ajustando periódicam­ente precios y tiempos de los compromiso­s.

Posdata. Hoy, con el crecimient­o continuo del parque automotriz, la ganadería extensiva y la deforestac­ión, estamos aumentando las emisiones per capita de Colombia. Vamos en contravía.

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