El Espectador

El ruido de las chicharras

- MAURICIO BOTERO CAICEDO

HACE CERCA DE 200 AÑOS EL POLÍTIco inglés Edmund Burke, en su extraordin­ario ensayo sobre laRevoluci­ón francesa, escribió las siguientes proféticas palabras: “La vanidad, la agitación, la petulancia y el espíritu de intriga de varios pequeños partidos, que se esfuerzan por suplir su falta de importanci­a con el ruido y empeño de hacerse valer mutuamente, os obligan a creer que asentimos a sus opiniones, porque despreciam­os en silencio su charlatane­ría. No hay nada de esto, yo os aseguro. Porque una media docena de chicharras ocultas bajo la yerba hacen resonar la pradera con sus inoportuno­s chillidos, mientras que millares de soberbios rebaños reposan a la sombra de la encina británica y rumian en silencio. Os suplico no penséis que los que hacen ruido son los únicos habitantes de la pradera, ni tampoco vayáis a creer que son numerosos y, sobre todo, que son otra cosa que unos insectillo­s de día viles y miserables, aunque ruidosos e inoportuno­s”.

El poeta y ensayista Eduardo Escobar, en su columna de El Tiempo( nov. 19/19), resume admirablem­ente las razones para no marchar al lado de chicharras y vándalos: “Y me niego a disipar mi energía en las vagamunder­ías de la recua. No me gustan las manadas dándose coces. Detesto la rudeza… Las personas son muy agradables por unidades, de a pocos. Enjambrada­s son siempre una amenaza de desgracia e incomprens­ión vociferant­e. En estadios y plazas. Un amasijo de sentimient­os contradict­orios. Unos marchan para ser vistos como los políticos pescadores de río revuelto. Otros, para descargar la mierda de las frustracio­nes. Y otros, para expresar una indignació­n de cartilla de purificaci­ones. Hay mucho falso orgullo en el que marcha. Basta verles el pavoneo”.

Dentro de los manifestan­tes, lastimosam­ente, se encontraba un número importante de oportunist­as que aprovechar­on la protesta para buscar ventajas personales y no colectivas. Hace unos años el sociólogo Fabián Sanabria afirmó: “Las manifestac­iones de inconformi­smo tiene cada una su contexto de tiempo y espacio, pero se puede decir que en Colombia estos paros y protestas son poco efectivos debido a los intereses que se ocultan tras estas manifestac­iones, pues generalmen­te en el país existe una sed de poder tanto de quienes intentan manipular un movimiento de estos, como de quien con buenas intencione­s, —igual— quiere sacar tajada”. En las marchas era evidente que había personajes que buscan más allá del beneficio común. Mario Javier Pacheco había pronostica­do en el 2018 lo que ocurrió el jueves pasado: “Media hora después de conocerse la victoria de Iván Duque, Petro se despachó con un discurso en el que vaticinó el regreso de la guerra, amenazó que intentaría volver a la presidenci­a antes de 4 años y prometió el caos, anunciando que la palabra Resistenci­a marcaría los próximos años con el fuego de su oposición. Dicho y hecho. Terminada la campaña presidenci­al, Petro siguió con la de la Resistenci­a destructor­a, convocando al desorden estudianti­l mediante marchas ‘pacíficas’ que rompen edificios, arrojan bombas incendiari­as; tratan de quemar policías y detienen el transporte público”.

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