El Espectador

Defensa de la sociedad abierta

- SÓFOCLES SANTIAGO MONTENEGRO

Anglicismo y una tilde

«En los realitys, ganar, sí es perder un poco». El Colombiano.

La Real Academia Española tiene, en su

Diccionari­o de la lengua española, dos entradas con las expresione­s reality show y

reality, en donde la segunda es un acortamien­to de la primera: ambas significan lo mismo. Las dos expresione­s están escritas en bastardill­a, lo que significa que las palabras en comento no han sido aceptadas en el Diccionari­o como expresione­s españolas, aunque por el uso se admiten como anglicismo­s y siempre que se usan deben estar en bastardill­a, condición no cumplida.

En la misma página está el nombre de «Jaider», que entra a mi colección de nombres propios masculinos terminados en erre a los que les han robado su merecida tilde, necesaria para ostentar sus pronunciac­iones graves. Otros nombres de mi colección: Danóver, Néider y muchos más. Dos buenas y una mala

Las buenas: «¿Yla seguridad de los exfarianos qué?». «… con el excomandan­te Rubén Cano…». El Espectador.

La primera de las buenas elimina la mal formada «exFarc». Mil veces lo he dicho que las palabras españolas no tienen mayúsculas intermedia­s: «exfarianos»; como también es correcta «exmiembros de las Farc». La otra de las buenas: el alias del excomandan­te, Rubén Cano, va sin comillas.

La mala: «Entrevista a “Rubén Cano”, excomandan­te en Urabá». El Espectador.

Y dele con las comillas que fueron eliminadas de los apodos desde hace la medio bobadita de ¡nueve años!, y muchos no se dieron cuenta porque no han abierto el libro de Ortografía de la lengua española,

2010.

El uso

«Seis propuestas para que la Iglesia rescate a la Amazonia». El Espectador.

La palabra «amazonia» no es nombre propio y se refiere a la tierra cercana del río Amazonas. El concepto de nombre propio ha sido tomado por los habitantes de sus riberas; de allí, la mayúscula. La preposició­n «a» antes del nombre es incorrecta. gazapera@gmail.com

DESDE TIEMPOS INMEMORIAL­ES, y hasta hace algo más de dos siglos, se concibió al ser humano como una partícula inmersa en una colectivid­ad, con una posición social inamovible y con un telos imposible de abandonar o de modificar. Contra esa concepción, Immanuel Kant planteó un ideal de la persona humana como un ser autónomo y responsabl­e de sus actos, liberado de rémoras medievales que seguían supeditánd­olo a instancias divinas, al mandato de un señor feudal, de un jefe tribal o de un cura. “El ser humano en sí es el creador original de todas sus representa­ciones y conceptos y debe ser el único autor de todas sus acciones”, dijo. Al ponderar esa concepción del individuo, también planteó los principios de los derechos humanos fundamenta­les cuando afirmó: “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu propia persona como en la de los demás, siempre y al mismo tiempo, como un fin y nunca solo como un medio”. Y, al formular la autonomía del individuo, también expuso el límite de su libertad: “Soy libre hasta que encuentro como límite la libertad del otro”. Este cambio radical en la concepción del ser humano fue determinan­te para inaugurar una era que en Occidente seha denominado­lamodernid­ado la sociedad abierta. Bajo esa nueva concepción se comenzó a romper la estratific­ación social, la sujeción de unas personas a otras en razón de su posición social, su apellido, color de piel o género. Los seres humanos se igualaron, al menos en principio, como poseedores de unos derechos universale­s y, al crearse un ámbito que le pertenece solo a la persona, se hizo posible la libertad, primero de coacción y, crecientem­ente, como capacidad para poder realizar planes de vida. La modernidad también creó un mecanismo mediante el cual los individuos, ahora ciudadanos, se compromete­n a adoptar las decisiones públicas basadas en reglas previament­e consensuad­as, lo que llamamos democracia. Pero todo lo anterior no hubiese sido posible sin que los humanos eliminasen el miedo a la violencia de los otros gracias a una entidadenl­a que se depositó el monopolio de la fuerza legítima: el Estado. Y todos los bienes morales ymateriale­s que produjo la modernidad solo fueron posibles por el creciente papel de la economía de mercado, crucial para que las sociedades de Occidente alcanzasen un nivel de bienestar jamás imaginado en la historia de la humanidad.

No sobra recordar que, al ser una creación humana, la modernidad y sus bienes materiales y morales, especialme­nte la libertad, no están garantizad­os. Siempre ha tenido sus enemigos: el comunismo, el fascismo, el nazismo y, en nuestro vecindario, la dictadura chavista. En una época en que prolifera el populismo, se debilita el multilater­alismo y se ataca a la democracia liberal y a la economía de mercado, es menester recordar y enfatizar en Colombia estos conceptos en los que se fundamenta­n nuestras institucio­nes. Consciente­s de que debemos corregir sus falencias y debilidade­s, no podemos bajar la guardia frente a quienes quieren retornarno­s a un nuevo medioevo de seres humanos esclavos y subordinad­os, tutelados por autócratas que se perpetúanm­ediante el fraude electoral, que exilian a millones de sus compatriot­as, que ejecutan extrajudic­ialmente a quienes disienten y destruyen la economía de mercado.

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