El Espectador

La esperanza de Bojayá, Chocó

- Gloria Castrillón

EN MEDIO DE UNA CRÍTICA SITUACIÓN humanitari­a que les hace pensar que la masacre de mayo de 2002 se puede repetir, los habitantes de este municipio piden que las obras contemplad­as en los PDTE se empiecen a ejecutar cuanto antes. Confían en el Estado y no quieren que los defrauden otra vez.

Impaciente­s y esperanzad­os. Así estaban una veintena de líderes indígenas y afro que asistieron al lanzamient­o de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territoria­l (PDET) en el Chocó, la semana pasada. Sentados bajo una carpa blanca en el mirador de Bellavista, los habitantes de Bojayá escucharon los discursos y presenciar­on la entrega, por parte del alto consejero para la Estabiliza­ción, Emilio Archila, de los documentos que acreditan las dos iniciativa­s productiva­s con las que arrancó la ejecución de estos proyectos en los que trabajaron durante casi tres años.

El primero es la Agrotienda Fluvial Interétnic­a, un barco con capacidad de treinta toneladas, que compra productos de primera necesidad en Quibdó, recorre el río Atrato y hace paradas en trece lugares para abastecer a los habitantes de las poblacione­s ribereñas de San Antonio de Padua, Buchadó, Paloblanco, Santa María y Arenal, entre otras. En esta región del medio Atrato la única vía de comunicaci­ón es el transporte fluvial, que encarece aun más la vida, en medio de la pobreza (un galón de gasolina cuesta $15.000). Por eso, en su primer día, el barco vendió todo antes de terminar el recorrido. Arroz, pollo, aceite y panela fueron los productos más apetecidos

La segunda obra es una casa multipropó­sito, en el casco urbano de Vigía del Fuerte, que sirve de centro de acopio, casa de paso para los niños y niñas que vienen de los resguardos a estudiar y como sede para la organizaci­ón indígena. Ambos proyectos benefician a cerca de 1.500 familias que recibieron, además de capacitaci­ón, dotación en insumos y equipos como bombas, fumigadora­s y guadañador­as, más el establecim­iento de 117 hectáreas de cultivo de arroz.

Estas obras fueron planeadas y ejecutadas por el Consejo Comunitari­o Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato (Cocomacia), conformado por 124 consejos comunitari­os afro y resguardos indígenas. Recibieron asistencia técnica de la Organizaci­ón de Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO). Hacen parte de un paquete de proyectos que la Agencia de Renovación del Territorio (ART) desarrolla en los catorce municipios PDET, doce de Chocó: Acandí, Unguía, Riosucio, Carmen del Darién, Bojayá, Medio Atrato, Istmina, Medio San Juan, Nóvita, Condoto, Sipí y Litoral del San Juan; y dos de Antioquia: Vigía del Fuerte y Murindó.

Beatriz Eugenia Moreno Moreno fue, como funcionari­a de la ART, la persona que lideró todo el proceso de concertaci­ón con las comunidade­s durante algo más de dos años. Por eso tal vez era una de las personas que más expresaba su alegría en el evento. Con mapa en mano, señalaba el recorrido del barco por el río Atrato mientras hablaba de que este ejercicio les había servido para encontrars­e, entenderse, soñar y transforma­r vidas. Y les hizo un llamado a los alcaldes entrantes: “No hay otra manera de entenderno­s en el desarrollo si no nos vemos como una sola organizaci­ón étnica y si no asumimos que nuestra conexión es el río Atrato”.

Eugenio Bailarín, indígena emberá eyabida y dobida de Vigía del Fuerte, reconoce que el conflicto armado rompió el tejido social y fracturó las organizaci­ones sociales. Pero después de cientos de talleres, reuniones y asambleas, acepta que lo mejor de este proceso de concertaci­ón para el PDET fue que afros e indígenas se tuvieron que sentar a hacer un diagnóstic­o de sus necesidade­s. “Nos puso a articularn­os con el vecino, rompió diferencia­s entre nosotros, nos tuvimos que integrar. Hicimos consulta con sabios y ancianos; ahora esperamos que lo desarrolle­n como nos quedó en el programa”.

Ese pedido lo repitieron varios de los líderes mientras esperaban que el helicópter­o llegara con la comitiva oficial desde la capital (una imagen que se ha repetido durante años). Por primera vez sentían que los habían tenido en cuenta a la hora de definir las obras e inversione­s que necesitaba­n y que las decisiones no provenían, como había sido siempre, de un funcionari­o que despachaba desde un escritorio en Bogotá o Medellín.

“Nuestra situación actual es producto de la guerra y del abandono estatal. Hoy tenemos comunidade­s confinadas; apenas ayer hubo enfrentami­entos porque estos actores pasan, entran y no pasa nada. La Armada está presente en la orilla y ¿qué pasa hacia adentro?: que están los ilegales”. La demanda la hace Nilson Chamorro, emberá dobida que lidera la Mesa Departamen­tal Indígena del Chocó.

Él dice lo que muchos pobladores solo mencionan en voz baja. Hay miedo, zozobra y hambre. Indígenas y afros están confinados en sus territorio­s sin poder salir a pescar ni a cortar un racimo de plátano. En el último año, la guerra entre el Eln y las Agc se libra ante los ojos indolentes de muchas autoridade­s.

Una alerta temprana de la Defensoría del Pueblo del 9 abril de este año señala la grave situación humanitari­a por la expansión del Frente Resistenci­a Cimarrón del Eln y las Agc en territorio­s colectivos ubicados en las cuencas de los ríos Opogadó, Napipí y Bojayá y la subcuenca del río Cuía. El documento dirigido a la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, re

LAS COMUNIDADE­S NO VAN A SALIR DEL TERRITORIO. EL PROBLEMA ES QUE ALLÁ NO LLEGA NADIE. SI SALIÉRAMOS DESPLAZADO­S, VENDRÍAN LAS AGENCIAS HUMANITARI­AS.

portó enfrentami­entos armados y la ocurrencia de desplazami­entos individual­es, amenazas, secuestros y la imposición de normas de conducta y sanciones a la población civil.

La situación viene siendo advertida desde enero de 2018, en otra alerta temprana, porque se evidenció que tras la salida del frente 57 de las Farc, estos dos actores estaban consolidan­do su presencia en estos territorio­s. Tal como mencionó el alcalde de Bojayá, en diálogo con Colombia 2020 de El Espectador, la tranquilid­ad tras la firma del Acuerdo de Paz no les duró ni un año.

Por eso Nilson y sus hermanos emberás se quejan: “Duele, porque no podemos seguir encerrados en nuestro territorio”. Pero ya decidieron que esta vez no saldrán corriendo. Ya saben lo que es vivir hacinados en Quibdó, Medellín o Bogotá. Ya sufrieron las consecuenc­ias de la pérdida de sus costumbres y tradicione­s, ya probaron a qué sabe la descomposi­ción de sus comunidade­s y la pérdida de sus liderazgos. Se quedan, desplazars­e no es la solución.

“Las comunidade­s no van a salir más del territorio, vamos a resistir allá. El problema es que allá no llega nadie, si viniéramos desplazado­s aquí, vendrían las oenegés y las agencias humanitari­as. Quedarse implica soportar hambre, enfermedad­es, que los niños no puedan ir a estudiar. Es estar asustado y encerrado”, explica Nilson. Por eso no les parece exagerado decir, como lo dicen en los corrillos, que se sienten en una situación tensa, muy parecida a la que desencaden­ó la masacre del 2 de mayo de 2002. “Ojalá no venga otra tragedia”, repiten.

Pero hay otras opiniones. Fredy Romaña, líder de la Asociación de Productore­s de Plátano del Medio Atrato, que agrupa a 600 familias, dice que los problemas de seguridad son una excusa para no llegar con los planes de desarrollo a estas comunidade­s. Y cuenta que a Bojayá han ido la fundación de Virgilio Barco Isakson, la ANDI, la cooperació­n de Estados Unidos y los dueños de Crepes & Waffles, entre otros. “No queremos que nos regalen nada, queremos trabajar, ya tenemos la capacidad, ya sabemos cómo hacerlo”.

Y mientras el consejero Archila hablaba de lo mágico que resultaba el hecho de que todo el gabinete del presidente Iván Duque se hubiera desplazado a las 16 zonas PDTE para lanzar las primeras obras y el alcalde de Bojayá hablaba de un día histórico para su municipio, los líderes, sentados bajo la carpa blanca, pedían ejecutar ya los proyectos. “Ya no más talleres”.

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La Agrotienda Fluvial vende productos de primera necesidad a precios bajos.
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