QUEDA LA MÚSICA
De las parrandas de fin de año, queda la música. Las bellas canciones que vibran desde mediados del XX demuestran su inmortalidad en estas fechas inmóviles. La radio les sacude el polvo, los acordeones y voces agudas suenan enteramente vivas a los oídos de adolescentes añejos.
De entre aquellas letanías más fuertes que los muertos, sobresale el mantra del poeta leproso de Soledad en el Atlántico Gabriel Escorcia
Gravini, vuelto música y voz por Lisandro Meza en 1973. Se llama “Miseria humana”, dura diez minutos, tres veces más que cualquier canción corriente.
Entra a la sangre en empujones sin pasar por el cerebro y circula sin pedir permiso a los conceptos Es una tonada bruja, seguramente soplada por un ser de otro mundo, dios o diablo. Si Bach la hubiera escuchado, la habría plagiado para una de sus fugas. Dichosos nosotros, que la tenemos a mano.
Los afanes monetarios de los vendedores de música impiden su transmisión, porque estas viejeras no se pueden consignar en bancos. Las rescata del cementerio la añoranza del cambio de almanaque. Y el cementerio se revela como el tablado de su resurrección anual.
Alfredo Gutiérrez sonó por primera vez “Esta noche es mía” en 1982. “No te vayas de mí, espera el día”, es el alarido de un amor exánime que se quiere cerrar con broche ácido. Hay que escuchar el compás de la guacharaca y el latir de la caja, que enmar- can la rasgadura del acordeón. Observar que es imposible sustraerse del pesar ambiguo que acecha detrás de los quereres.
Pero no todo es arqueología. Recién grabada, mezclada y masterizada, se escuchó limpia en navidades la canción de Roberto Camargo - bumangués criado en la Guajira- con acompañamiento de Kevin Johansen, “Paseo para Marie”. Es un vallenato políglota y burlón, que saca a bailar a Baudelaire, Rimbaud y a nuestro Gabito.
Un verso radiante para que se adivine por dónde va el agua al molino: “Son mejores los kisses si, cuando me kissas, kissas en francé”.
Apenas aprieta la memoria de estos días, y Marta
Gómez acaba de lanzar su tonada “Yo te espero”. La acompaña discretamente
Hugo Candelario con su marimba. “Pa’ que cuando llegues me encuentres cantando”: esta podría ser la consigna de los años niños, la fuerza que mantenga la música sobreviviente de las parrandas idas ■
Las bellas canciones que vibran desde mediados del XX demuestran su inmortalidad en estas fechas inmóviles.