El Colombiano

INVASIONES BÁRBARAS

- Por ENRIQUE LÓPEZ ENCISO ealopezen@gmail.com

Desde los infames atentados de ISIS llevados a cabo en sitios que eran un destino obligado del turismo internacio­nal, los flujos de viajeros cambiaron de dirección. Los europeos y los estadounid­enses hacen cada vez más turismo dentro del viejo continente y, para los que prefieren un poco más de aventura, Latinoamér­ica está de moda, con algunos destinos tradiciona­les como Brasil, México y Perú, pero también con algunos descubrimi­entos como Colombia, país que ha capturado la atención de los viajeros internacio­nales con una oferta novedosa y hasta ahora relativame­nte desconocid­a, pues estaba oculta bajo la oscuridad del conflicto.

Las cifras recientes de turismo nos hacen ilusionar. En efecto, entre enero y junio de 2018 el número de turistas ascendió a 3 millones, cifra que representa un incremento de 30 % en relación con el mismo período del año anterior. Las estadístic­as cuantifica­n lo que estamos viendo en las principale­s ciudades: grandes grupos de turistas deambulan por las calles admirando nuestros museos y atraccione­s turísticas. También ha crecido el número de viajeros que se dirige a las playas y parques naturales, así como a las zonas rurales colombiana­s.

Ante esa nueva realidad es convenient­e mirar la experienci­a de otros países con el turismo y reflexiona­r sobre esto. En el mundo moderno, el turismo masivo se está benefician­do del transporte barato suministra­do por aerolíneas de bajo costo y de empresas como Airbnr que proveen alojamient­o abordable a los viajeros. En esas condicione­s viajar ya no es un lujo y se ha populariza­do.

Sin embargo, recienteme­nte la prensa internacio­nal hace eco de las dificultad­es que está creando el turismo de masa en algunos de los destinos. Las ciudades europeas, en particular, se están volviendo parques de atraccione­s y también museos. Ya no son los residentes locales los que hacen la imagen de las ciudades, son los turistas. Barrios enteros son abandonado­s por los habitantes originales que los ceden a los invasores. En algunas ciudades los habitantes ya han hecho claro su descontent­o con la situación.

Los turistas están destruyend­o lo que más quieren, plantea el “Spiegel”, y en Colombia puede suceder lo mismo con los parques nacionales y las playas, nuestro patrimonio más frágil y precioso. También se ha detectado la presencia en el país de la peor especie de turismo, el sexual. Este, además, representa un grave riesgo para nuestros jóvenes que son arrastrado­s a la prostituci­ón por la ilusión de unos pocos dólares.

Es cierto que el turismo es una esperanza, pero también puede ser una trampa. Los retos en infraestru­ctura son inmensos y el problema es que las oleadas de turistas llegan antes y con ello los problemas. Hay que aprender de la experienci­a de las ciudades europeas y definir una política pública al respecto, mientras la cantidad de visitantes sea manejable. Es poco probable que Colombia alcance el flujo de turistas que recibe un solo país de Europa al año, pero con solo una muy pequeña parte ya se tendrían grandes dificultad­es

Los turistas están destruyend­o lo que más quieren los europeos, plantea el Spiegel, y en Colombia puede suceder lo mismo con los parques nacionales y las playas.

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