INVASIONES BÁRBARAS
Desde los infames atentados de ISIS llevados a cabo en sitios que eran un destino obligado del turismo internacional, los flujos de viajeros cambiaron de dirección. Los europeos y los estadounidenses hacen cada vez más turismo dentro del viejo continente y, para los que prefieren un poco más de aventura, Latinoamérica está de moda, con algunos destinos tradicionales como Brasil, México y Perú, pero también con algunos descubrimientos como Colombia, país que ha capturado la atención de los viajeros internacionales con una oferta novedosa y hasta ahora relativamente desconocida, pues estaba oculta bajo la oscuridad del conflicto.
Las cifras recientes de turismo nos hacen ilusionar. En efecto, entre enero y junio de 2018 el número de turistas ascendió a 3 millones, cifra que representa un incremento de 30 % en relación con el mismo período del año anterior. Las estadísticas cuantifican lo que estamos viendo en las principales ciudades: grandes grupos de turistas deambulan por las calles admirando nuestros museos y atracciones turísticas. También ha crecido el número de viajeros que se dirige a las playas y parques naturales, así como a las zonas rurales colombianas.
Ante esa nueva realidad es conveniente mirar la experiencia de otros países con el turismo y reflexionar sobre esto. En el mundo moderno, el turismo masivo se está beneficiando del transporte barato suministrado por aerolíneas de bajo costo y de empresas como Airbnr que proveen alojamiento abordable a los viajeros. En esas condiciones viajar ya no es un lujo y se ha popularizado.
Sin embargo, recientemente la prensa internacional hace eco de las dificultades que está creando el turismo de masa en algunos de los destinos. Las ciudades europeas, en particular, se están volviendo parques de atracciones y también museos. Ya no son los residentes locales los que hacen la imagen de las ciudades, son los turistas. Barrios enteros son abandonados por los habitantes originales que los ceden a los invasores. En algunas ciudades los habitantes ya han hecho claro su descontento con la situación.
Los turistas están destruyendo lo que más quieren, plantea el “Spiegel”, y en Colombia puede suceder lo mismo con los parques nacionales y las playas, nuestro patrimonio más frágil y precioso. También se ha detectado la presencia en el país de la peor especie de turismo, el sexual. Este, además, representa un grave riesgo para nuestros jóvenes que son arrastrados a la prostitución por la ilusión de unos pocos dólares.
Es cierto que el turismo es una esperanza, pero también puede ser una trampa. Los retos en infraestructura son inmensos y el problema es que las oleadas de turistas llegan antes y con ello los problemas. Hay que aprender de la experiencia de las ciudades europeas y definir una política pública al respecto, mientras la cantidad de visitantes sea manejable. Es poco probable que Colombia alcance el flujo de turistas que recibe un solo país de Europa al año, pero con solo una muy pequeña parte ya se tendrían grandes dificultades
Los turistas están destruyendo lo que más quieren los europeos, plantea el Spiegel, y en Colombia puede suceder lo mismo con los parques nacionales y las playas.