La balanza está desnivelada
El fútbol sí ha cambiado, pero solo para desnivelar la balanza a favor del negocio y en detrimento del ser humano. Mientras las cifras en el mercado crecen, los indicadores y las evidencias en diversas partes el mundo (incluso donde se juegan las grandes ligas) siguen hablando de casos sistemáticos de atropellos, malas condiciones laborales y futbolistas que entran al retiro acarreando el peso de una pobre formación. Y es que, claro, el flujo de dinero permea y sustituye todo lo demás. Ahora bien, uno diría que si el futbolista hace parte de una estructura de negocio, es lógico que los que comercian con el fútbol buscaran la forma de garantizar el mejor producto posible, que tenga mayores facilidades en el mercado; es decir, que les ayuden a formar a los futbolistas un proyecto de vida, los orienten hacia la educación universitaria y les brinden acompañamiento sicosocial, preventivo y terapéutico, porque, recordemos, muchos de nuestros jugadores vienen de condiciones complejas desde su niñez. Así, quienes se lucran del fútbol tendrían un chico que se adapta a cualquier entorno, que tiene un alto desempeño profesional y que, en últimas, produce. Por otro lado, la sociedad, sobre todo, los niños y los jóvenes, tendrían un referente más completo. Porque aunque los clubes no piensen en esto, también hay una responsabilidad que recae en ellos para edificar unos íconos que impacten profundamente en la sociedad. Los futbolistas son legitimadores de cara a la ciudadanía. Sin embargo, tampoco puede restárle responsabilidad a los jugadores. Como cada individuo, tienen la competencia para tomar decisiones y, en últimas, los muchos o pocos esfuerzos que se hagan por ellos solo sirven en la medida en que respondan y los repliquen.