NUEVA BARAJA CONTINENTAL
De la media docena de elecciones presidenciales que se efectuarán este año en América Latina, cuatro tienen una especial relevancia. Colombia, México, Brasil y Venezuela renovarán ejecutivos altamente impopulares en medio de un deseo ciudadano de virajes drásticos y triunfos opositores.
Colombia, primera en este calendario, despide a Juan Ma
nuel Santos concentrada en la implementación del proceso de paz con las Farc. Aun cuando es evidente la disminución del conflicto, el imaginario colectivo parece empecinado en seguir teniendo a la antigua guerrilla como el tema principal de la campaña. Una desgracia, si nos atenemos a los escándalos de corrupción que explotan a dia- rio y deberían concitar un llamado más urgente a debatir otras realidades nacionales.
En el norte, México despide a Enrique Peña Nieto y su sexenio para el olvido, ahogado en una guerra contra el narco que parece eterna y rompe récords de asesinatos año tras año. Acusaciones de corrupción que tocaron las puertas de Los Pinos y una escalada de torpezas diplomáticas, transformaron a EPN en un personaje de caricatura. En la fila para ocupar su lugar, la delantera la lleva Manuel López
Obrador, veterano de izquierda que estuvo a un puñado de votos de ganar en 2006 y en 2012. A pesar de ello, la continua comparación con Chávez es una cruz pesada que lo atemoriza con una tercera derrota consecutiva.
Brasil decidirá en octubre y, si la justicia no lo detiene, Luis Iná
cio Lula da Silva, se perfila para un regreso que tiene tintes de venganza: reconstruir al golpeado Partido de los Trabajadores y sacar del poder a la derecha de
Michel Temer. En las próximas semanas se decidirá si es aceptada la apelación que presentó Lula a su condena por corrupción, lo que allanaría su camino. Por el contrario, si su nombre queda descartado, el partidor se atomizará a tal punto que la presidencia puede recaer igual en una envalentonada fuerza conservadora o en una coalición de partidos de izquierda.
Este angustioso listado, que refleja cómo Latinoamérica decidirá el devenir de su democracia más por impulso que por razón, lo debería cerrar Venezuela con elecciones en diciembre. Sin embargo, aventurarse sobre el reemplazo de Nicolás Maduro es una ruleta macabra para un país que coquetea con el abismo hace mucho tiempo. Cuando se pronostica el futuro del vecino, hablar de mañana es arriesgarse a ir demasiado lejos
En Amérca Latina 4 países renovarán ejecutivos altamente impopulares en medio de un deseo ciudadano de virajes drásticos.