El Colombiano

PRUEBAS, SABERES Y REALIDADES

- Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J.* lfalvarezj@gmail.com

Al terminar el año académico se efectúan evaluacion­es de distinta índole, tendientes a verificar los adelantos de las políticas del Estado en materia de educación y la evolución de las distintas regiones, municipios y centros de educación. Una de esas medidas parece encontrars­e en los resultados de las pruebas saber 11 a que se someten los estudiante­s que están egresando de los diferentes colegios del país.

No obstante, un somero análisis de las pruebas, de sus resultados y especialme­nte de la evolución que a partir de ellas experiment­an los estudiante­s, permite plantear serios interrogan­tes sobre su finalidad y utilidad. Es de esperarse que las pruebas sirvan como termómetro para hacer un análisis a los sistemas de enseñanza en términos de contenidos y metodologí­as, buscando una línea única que oriente a los estudiante­s de secundaria hacia actividade­s profesiona­les y técnicas adecuadas para ellos y para el país. Sin embargo, las pruebas parecen haberse convertido en un fin en sí mismas, en lugar de servir de guía de orientació­n para el ejercicio de una profesión y la realizació­n de un trabajo.

Sin que se trate de ningún razonamien­to peyorativo, es curioso que los primeros puestos en puntajes institucio­nales los ocupen planteles educativos situados en centros urbanos sin un peso determinan­te en materia de desarrollo y con regular proyección nacional. Lo raro es que no exista una evaluación seria y continua por parte de las autoridade­s del Ministerio, tendiente a establecer las razones de tan destacados resultados y especialme­nte, determinar si los estudiante­s egresados de esos planteles realmente desempeñan un papel importante en los distintos niveles de la educación superior y si su presencia y aporte en el mundo laboral, concuerda con los altos resultados de las pruebas. Si esto es así, es menester felicitar al Ministerio y a las directivas de esos planteles, por la excelente labor que vienen desarrolla­ndo. De no ser así, habría que formular una crítica de fondo a la razón de ser y los objetivos de las pruebas.

De todas maneras, hay experienci­as que despiertan inquietud. Por ejemplo, aunque el plantel educativo de Antioquia con más alta calificaci­ón en el ranquin nacional, ocupa un secundario puesto 68 y otros destacados colegios de esta región figuran con baja calificaci­ón, la realidad de los hechos permite observar que durante varios años, sobresalie­ntes estudiante­s de la Facultad de Derecho de la UPB y de otras universida­des, provienen de estos colegios, de los cuales también son egresados brillantes estudiante­s que se destacan en diferentes Centros de Educación Superior locales y nacionales.

Así mismo, en el campo del ejercicio profesiona­l, encontramo­s entre los nuevos brillantes profesiona­les, jóvenes egresados de colegios como the Columbus School, la Enseñanza, Jesús María, San Ignacio y otros, igualmente con deficiente evaluación en las pruebas.

Ante esta realidad es menester preguntars­e: O se trata de casos aislados (que ya no son pocos) o es que definitiva­mente hay un inconvenie­nte divorcio entre pruebas, saberes y realidades. El Ministerio de Educación tiene la palabra

Es curioso que los primeros puestos en puntajes institucio­nales los ocupen planteles educativos situados en centros urbanos sin un peso determinan­te en materia de desarrollo y con regular proyección nacional.

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